Opinión Articulistas

La casa de Lilís

La casa de Lilís

Elvis Valoy

Construida en la Zona Colonial en los finales del siglo XIX, y vendida por Manuel María Gautier, la casa sintetizó la chismografía y la desfachatez de uno de los personajes más siniestros de la vida nacional: Ulises Heureaux (Lilís).

Cuartel general del dictador y lugar de culto obligatorio al poder, el mal llamado «Pacificador» solía salir disfrazado para contactar «prima facie» los opositores a su oprobioso régimen.

El poeta Fabio Fiallo fue uno de los que estuvo tentado a caer en la abominable trampa lilisista, funesto ardid del que muchos no pudieron desprenderse, yendo irremisiblemente a parar al pabellón de fusilamiento de la torre del Homenaje. Uno de los lugares predilectos de Heureaux era el parque Colón, zona en la que el déspota medía la «temperatura política».

Tulio Manuel Cestero en su novela La Sangre, describe un día cualquiera en la vida de Lilís, en la que la mansión que alojó al tirano se delata de la manera siguiente: «Al amanecer el presidente se levanta, y en el baño comienza a recibir las primeras visitas, que entran a su morada por la puertecilla de la calle Luperón: el jefe del Cuerpo de Serenos, que le trae el informe de las ocurrencias de la noche, el médico que le pasa la sonda, amigos íntimos, proxenetas, espías.

Luego, aparece en el balcón de la calle de las Mercedes a cumplir un dulce rito: dar de comer a las palomas realengas que se congregan allí.

Con su voz suave, Lilís da los buenos días a sus vecinos…».

Hoy, la casa de Lilís alberga las academias de Historia, Lengua y Medicina.