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La conjura de la fusión RD-Haití

La conjura  de la fusión  RD-Haití

binacional en Dajabón atrae cada semana a cientos de haitianos al territorio dominicano, muchos de los cuales no regresan a su país, sino que huyen a las grandes ciudades.

El pueblo dominicano tiene una deuda invaluable e imperecedera con el periódico El Nacional, por su tenaz compromiso con la verdad y por sus contundentes reportajes gráficos (una imagen vale más que mil palabras) de la pacífica ocupación haitiana del territorio dominicano que visualizó Fabré Geffrard.
Romper el velo del silencio tras el cual viene ejecutándose una nueva traición a la patria que nos ideó el dos veces traicionado patricio Juan Pablo Duarte, con la fusión de facto de la nación con el vecino Haití.
Las cotidianas escenas de la ocupación haitiana de los centros urbanos, pero más que nada las conmovedoras escenas del abandono de comunidades fronterizas enteras y su ocupación por inmigrantes indocumentados que han penetrado la inexistente frontera domínico-haitiana sobre la cual tienen responsabilidad las Fuerzas Armadas de la nacion con el Cesfront, su unidad especializada, rompieron finalmente el silencio del titular de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Juan Daniel Balcácer, más no el del director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá, donde yace sin divulgación ni promoción la Pastoral de 1844 del arzobispo Tomás Portes e Infante contra los Trinitarios y a favor del traidor Pedro Santana.

 

Abarrotamientos de vendedores haitianos en todas las esquinas de santo domingoen la foto vendedores de la gomez con ovando/foto Jose de Leon

Abarrotamientos de vendedores haitianos en todas las esquinas de santo domingoen la foto vendedores de la gomez con ovando/foto Jose de Leon

En su llamado, Balcácer se refirió exclusivamente al riesgo que representa para el país la situación de las comunidades fronterizas abandonadas y requiriendo del Gobierno mayor vigilancia y controles en los puntos donde se ha producido la penetración haitiana, pero omitió referirse a su causa principal, la situación de olvido y abandono de sus pobladores de parte de sucesivos gobiernos, originando su migración a los centros urbanos.
Esta migración es estimulada con proyectos contraproducentes como la Nueva Barquita, como respuesta de la Vieja Barquita, típica ocupación de las zonas de alto riesgo que les dejan disponible los sectores incorporados a las economías urbanas, en lugar de programas de repatriación a actividades productivas con apoyo económico a sus comunidades de origen.
Esta política de estímulo a la migración rural-urbana que deja desierto parajes remotos del territorio nacional como los fronterizos, propicia el ingreso de haitianos y sirve, con intención o sin ella, a los propósitos de la fusión con Haití.
La visión limitada que nos ofrece Balcácer del proceso de haitianización del país, omite la invasión que se da exactamente en el extremo opuesto de la isla, en pleno centro del país turístico, donde los inmigrantes haitianos, al amparo de las inversiones que ha venido realizando su élite económica y política en su desarrollo, se han apoderado de comunidades como Verón, y de todas las oportunidades de trabajo en la industria de la construcción y la turística, así como en la promoción de su arte y manualidades a los turistas.
El velo del silencio, al cual se rebeló El Nacional, y que prohibió referirse a la inmigración del vecino país por su nacionalidad sino como extranjeros, cayó sobre el país tras la dramática denuncia del pastor pentecostal Ezequiel Molina de que existía una conjura para la fusión del país con Haití el 1 de enero de 2016 en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, en su usual convocatoria de la “Batalla de la Fe” ante una congregación de más de 60 mil fieles, y la presencia del gabinete de Gobierno y el propio presidente Danilo Medina.
Esta denuncia impactó como una bomba en el escenario político pre-electoral, presumiéndose entonces que el inminente proceso electoral protagonizaría una confrontación entre los partidarios y compromisarios de la misma y los que se le opondrían.
La denuncia, que fue sorpresa para el país, no lo fue, sin embargo, para los sectores organizados en la Unión Nacionalista, que venimos dando seguimiento y confrontando esa conjura y los conjurados, desde 1994, cuando la pretensión del entonces presidente de Estados Unidos, William Jefferson Clinton (Bill), cuyo ejército en ese momento ocupaba Haití, de instalar 22 campamentos para refugiados haitianos en el territorio de montaña de San José de las Matas, a lo cual se resistió el presidente Joaquín Balaguer al costo de dos años de su mandato, en medio de la crisis política y confrontación con los miembros del Diálogo Interamericano y el entonces líder del PRD, el ciudadano de origen haitiano José Francisco Peña Gómez.
Esta confrontación que se reeditó en 1996, fue abordada con una alianza política entre los líderes del PLD y el PRSC, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, que conformaron el Frente Patriótico que derrotó a Peña Gómez, a quien identificaron como el candidato escogido por la plutocracia y el liderazgo intelectual y político de Haití para ejecutar la fusión de la isla, como evidenció la interpretación que hicieran del evento unos 115 de sus integrantes a Leonel Fernández por carta que le dirigieran enrostrándole haber sido beneficiario del acto de anti-haitianismo más radical del país desde 1937.
El rol de opositor a Peña Gómez no fue óbice para que Fernández, una vez en el poder, se hiciera compromisario de la globalización neoliberal, que propiciaba por definición, la eliminación de las fronteras económicas y físicas de ambos países que venía ejecutando en el mundo y por ende su fusión de facto.
Tras esta fusión estaba como objetivo de la plutocracia mundial, controlar la riqueza minera de oro y plata de la isla, de la cual se tenía información desde 1846 cuando John Dixon Porter, ingeniero de la Marina de EEUU., visitara el país por encargo del presidente Polk como respuesta a las tratativas que le presentara Pedro Santana, y rindiera el informe luego rescatado de los archivos de ese país, titulado “Diario de una Misión Secreta en Santo Domingo”, seguida de numerosas misiones de exploración, de las cuales nos ha dejado valioso testimonio la Sociedad de Bibliófilos.
Elemento fundamental de la conjura de fusión, es la asimilación de la masiva inmigración haitiana al país, con cuya influencia electoral cuentan la plutocracia y la casi totalidad de los partidos políticos comprometidos con la misma, sean de la alianza con el PLD o de la llamada oposición, como lo justifica Roger Noriega, exsecretario adjunto para el hemisferio en un artículo publicado en el Miami Herald de diciembre del 2013, y razón del velo de silencio de todos sobre el tema.
El número de inmigrantes se ignora desde que Fernández ordenó el Censo Nacional de Población y Familia del 2010, con instrucciones de no contar la presencia haitiana, solo estimada con datos de una encuesta de la ONU.
Otra valiosa contribución a sabiendas de Fernández a la fusión, fue el otorgamiento de jurisdicción sobre el país a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de la OEA, con sede en Costa Rica, sin la aprobación del Congreso requerida por la Constitución, que ha servido para hostigar al país respecto de la forzosa asimilación de esa inmigración, que encontró inspiración en el informe de la misión técnica de la ONU en Haití de 1949, denominado “Misión en Haití” y que encontrando imposible conciliar el crecimiento de su economía con su desbordada demografía, postuló la exportación de ese exceso de población sin documentación de origen por familias enteras de su zona rural, “sin retorno”.
Dando impulso en la actualidad a este propósito, que en 1949 no podía dirigirse al país, y resucitada hace un par de años por el periódico Le Nouvelliste, de la élite haitiana, están dos expresidentes de EEUU, Bill Clinton, desde Haití, y George H. Walker Bush, desde la República Dominicana, lo cual explica la enorme presión política que se ha dejado sentir a través de organismos internacionales, como OEA, ONU, Unión Europea y el propio Departamento de Estado de Estados Unidos, a favor de asimilar la cuantiosa inmigración ilegal, pero además deliberadamente indocumentada originaria de Haití, incluso en forma claramente explícita, como lo hizo Hillary Clinton en su visita al país como secretaria de Estado de EEUU, en el 2010.
La cosecha de la riqueza de la isla ha dado sus frutos. Bill Clinton, representante de la ONU en Haití desde 2008, obtuvo de parte de Michel Martelly, su protegido, a nombre de su cuñado Tony Rodham, la mina de oro y plata transfronteriza “Morne Bossa” del Norte de Haití, valorada en no menos de 20 mil millones de dólares.
A su vez, George Bush logró en el país a través de Barrick, la concesión de la rica mina de oro y plata de Pueblo Viejo, en Cotuí, con sus socios de la plutocracia europea, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, consorte de la reina inglesa, la mujer más rica del mundo; el príncipe Bernardo, de Holanda, ex príncipe consorte de la reina Juliana y creador del Club Bilderberg, centro financiero de Europa; y Carl Kohl, expresidente del Banco Federal Alemán.
Gracias a la última revisión de ese contrato, el país ignora cuánto le toca de cada venta que se hace de su riqueza.
Consumada la cuestionada reelección del presidente Medina, proceso que los empresarios del CONEP describen diplomáticamente como el “Colapso del Sistema Electoral”, el silencio sobre Haití siguió afectando, no solo a partidarios y aliados del Gobierno y el PLD, y a lo que se consideraría oposición, como al propio pastor Molina, que no volvió a referirse a su denuncia ni siquiera en su última convocatoria, al inicio del presente año.
La reelección cabalgó en la enmienda de la Constitución de 2010, con la fórmula corrupta “Reelección por reelección” aceptada por la partidocracia representada en el Congreso, creando crisis interna en cada partido político, incluyendo al propio PLD, cuyo liderazgo se disputan “a muerte” Leonel Fernández y Danilo Medina.
La clave de la disputa reside en la fórmula actualizada de la fusión de facto, compromiso de un componente político (el PLD), y un componente económico: los intereses de la plutocracia (que busca cambiar la expresión de su fortuna de dólares, en declinación, a oro físico o sus concesiones mineras); aliados al gran capital dominicano, encabezado por el Grupo Vicini (el verdadero poder según autoría de Esteban Rosario) y la élite económica encabezada por Marc Antoine Acra, que aún controla la política de Haití.
Los tres mandatos presidenciales de Fernández en alianza con el Grupo Vicini, que conllevó al infundado y gracioso contrato de concesión de los terrenos del Estado en la margen oriental del río Ozama, evidenciando su rol en la orquestación de la fusión, revelaron a Medina la esencia de su poder, y en busca de sustituirle como ejecutor y coordinador de la fusión, ha gestionado la recomposición de las alianzas del PLD con el Grupo Vicini, vinculado a la plutocracia desde la ocupación de 1916-1924, y su participación en la muerte de Trujillo, y representado por el joven Juan Vicini, lo que se puso en evidencia en el resultado electoral en el Distrito Nacional, y en el emplazamiento de las plantas de Punta Catalina, en terrenos del Grupo Vicini, sin haber definido su status como base a las cuantiosas inversiones que se ha visto obligado a asumir el Estado, ante el escándalo de Odebrecht, que cada quien utiliza en el PLD para batir a su adversario.
La última expresión de la conjura de la fusión, se definió en reuniones confidenciales en Punta Cana, con la participación de Leonel Fernández, Bill Clinton, Juan Vicini, el actor de cine Sean Penn y otros representantes del gran capital judío asentado en China como su nueva plataforma de Poder Económico Mundial, lo cual explica las expresiones de simpatía de representantes del empresariado al establecimiento de relaciones diplomáticas con China, que promueve el nuevo canal interoceánico a través de Nicaragua; y acuerdos de asociación económica que este gran capital activa con los países latinoamericanos, en un claro enfrentamiento con EE.UU., y que en la isla de Santo Domingo tiene como expresión el llamado Hub del Caribe, versión final de su fusión de facto, y tiene como sede de información la propia Cancillería dominicana.

El Nacional

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