Con el inicio de la Guerra de Restauración, del que hoy se cumplen 152 años, los dominicanos se incorporaron a los pueblos de América Latina que reclamaron y conquistaron con las armas su derecho a la independencia del yugo colonial.
La Restauración de la República fue la tercera cruzada emprendida por el gentilicio nacional para alcanzar la condición de nación libre, siendo la primera la denominada Independencia Efímera proclamada por José Núñez de Cáceres, y luego la gesta febrerista que marcó la fundación del Estado Nacional.
El general Pedro Santana, carente de fe en su pueblo, entregó a España el honor de la República y su propia gloria militar, a cambio de un título nobiliario, para luego sufrir la humillación de ser destituido como Capitán General y remitido a Cuba para ser juzgado por una corte marcial.
El reverso de la historia de traición de Santana y su grupo conservador, lo constituyó el valor y arrojo del general Gregorio Luperón y una pléyade de patriotas que proclamaron la restauración en la memorable batalla de Cerro de Capotillo.
Veintidós años después de un fallido intento independentista, Juan Pablo Duarte y los trinitarios proclamaron el nacimiento de una nación libre y soberana, que otros 17 años más tarde fue entregada en bandeja de plata a la Corona española, por traidores e incrédulos.
Con la Guerra de Restauración y la proclamación de su tercera independencia, el pueblo dominicano recuperó su bandera tricolor, su dignidad, orgullo patrio, así como el respeto y admiración de todos los pueblos de América.
Presentes y futuras generaciones están compelidas a recibir el traspaso de esa histórica antorcha que ilumina el fervor, abnegación y sacrificio de un pueblo comprometido a defender el honor de la República contra toda forma de agresión foránea, en atención a la proclama del fundador de la República, de que esta tierra de primacía podría ser destruida, pero sierva de nuevo, jamás.
Una patria orgullosa y agradecida recuerda hoy con veneración y espeto a los héroes de la Restauración, cuyos buenos y verdaderos hijos proclaman a los cuatro vientos: ¡Viva la República Dominicana!