Por: Ramón Rodríguez
centrodeidiomaswashington@gmail.com
Ha sido un debate interminable, apasionado, de grandes argumentos teóricos, lo concerniente a si la historia de la humanidad ha sido la consecuencia de las biografías de los grandes hombres, como sostuvo Thomas Carlyle en su obra »Los Héroes» y Ralph Waldo Emerson en su »Hombres representativos» o por si al contrario, todas estas grandes figuras, hacedoras de portentosas obras en el sentido amplio de la palabra, que hoy duermen en la posteridad, han sido el resultado de grandes revoluciones y períodos históricos de gran categoría histórica para la humanidad.
¿ Pudo haber tenido vigencia el grande de Napoleón Bonaparte sin la Revolución Francesa y su participación en el Sitio de Tolón, que lo hizo grande ante los ojos de la Convención y Maximiliano Roberspierre, quien luego lo hace general?
¿ Y qué hubiese sido de Olivero Cromwell, sin la famosa Guerra Civil Inglesa, que lo elevó de ser un simple labrador a un Lord protector?
¿ Sería Martín Lutero una figura tan dimensionada sin el movimiento de la Reforma, que lleva al papa León x a excomulgarlo, haciéndole crecer así su fama?
El grande del Renacimiento: Miguel Angel Buonarrotti, no escapa a este apasionado dilema que divide a los historiadores. Miguel Angel es todo un gran Barón de la humanidad. Es la expresión más viva del período renacentista, que cambió la tiniebla por la luz perenne, haciendo revivir la cultura y el amor por los valores clásicos olvidados.
Aunque algunos críticos sostienen que Miguel Angel es superado por Leonardo Da vinci, lo innegable es, que el escultor de »David» y »Moisés», llamado el Divino, revolucionó en realismo, esplendor y perfección, todo un período que exigía nuevos influjos en todas las manifestaciones sociales.
Si bien es cierto que el Renacimiento buscó un despertar y un cambio de actitud y de autovaloración en los europeos en todas las actividades culturales como la Música, literatura y la política, Miguel Angel es el sello de distinción por excelencia, que empujó a los Medici a servirle de mecenas y que motivó a que algunos papas se arrodillaran a sus pies.
Son tantas las grandes figuras del Renacimiento, que cada quien puede tener su favorito. Ahora bien, obras como »El sepulcro de Juliano»La Capilla Sixtina» »El Juicio Final» »y La sagrada familia» hicieron brotar de los labios de Wolfgang Goethe, los más grandes elogios para un artista que fue digno y puro en cada pincelada y martillazo que produjo, según el genio Alemán.

