Articulistas Opinión

La pasión de Vargas Llosa

La pasión de Vargas Llosa

Luis Pérez Casanova

Si tuviera que hacer alguna crítica al escritor Mario Vargas Llosa sería por la pasión y personalización de sus posiciones, sobre todo en el aspecto político. Esa pasión con que aborda los procesos, rayando en el fanatismo, no se corresponde con el raciocinio que corresponde a un defensor de las libertades políticas, económicas y sociales, sino a los sectarios y autócratas que combate con tantas energías.

Vargas Llosa es una molestia para los grupos recalcitrantes, porque temen encontrárselo de frente. El escritor peruano, español y ahora dominicano no ha vacilado en hacer causa común con sectores que luchan a favor del aborto, sin importarle la reacción de la Iglesia católica, pero también con los que defienden los derechos humanos, las migraciones y se han levantado contra los muros. Ha sido implacable con las dictaduras, tanto de izquierda como de derecha, porque la única bandera que ha abrazado es la de la libertad del ser humano.

Por aquí Vargas Llosa no las ha tenido todas consigo. Sus primeros críticos fueron sectores de izquierda que no aceptaron nunca sus denuncias sobre las miserias de la revolución cubana. Tampoco su rivalidad con quien para ese entonces era un ídolo de la literatura -y todavía lo es- el colombiano y Premio Nobel Gabriel García Márquez. No tardó mucho para que los remanentes del trujillato lo crucificaran por su novela “La fiesta del chivo”, en que se atrevió a airear algunos secretos de la era que se tenían bien guardados. La malquerencia renació en los llamados nacionalistas cuando se atrevió a comparar la sentencia 168-13 con el sistema del criminal Adolfo Hitler en Alemania contra los judíos.

Ahora que el presidente Luis Abinader le ha concedido la nacionalidad a Vargas Llosa se han levantado las mismas voces para criticar, más con pasión o intereses con razón, la decisión del mandatario. Por su condición de Premio Nobel de Literatura y de ser uno de los escritores más influyentes y prestigiosos en todos los idiomas es un verdadero honor tenerlo como compatriota. Sus novelas y sus opiniones sintetizan la libertad de expresión que caracterizan un sistema democrático. No fue el único que dentro y fuera cuestionó la aberrante sentencia, pero su opinión, por tocar el poder, fue de las que más dolió.

Lo criticable a Vargas Llosa desde mi punto de vista es esa pasión que lo coloca en los extremos, impropia de un pensador de sus dimensiones. Basta para él con la etiqueta de izquierdista para que un líder o gobernante sea descalificado y tildado de escoria. Pienso que el prestigioso literato debe despojarse de los fantasmas que lo han perseguido y conservarse como lo que es: un paladín de las libertades y los derechos humanos.