Coordinación de Miradas
Lillian Fondeur Q.
Asociación Dominicana de Periodistas con Perspectivas de Género
Caminando por su última estación, miraba atrás y se estremecía. Entre una confesión y otra, se reía de las ironías de la vida. «Fíjate cómo es la vida: por esta nueva concepción que estábamos promoviendo aquí nos decían que éramos comunistas, y de Cuba me botaron porque decían que era anticomunista».
¿En qué condiciones se produjo su llegada a Santo Domingo?
Llegué a Santo domingo el 3 de agosto de 1965, en plena guerra constitucionalista. Mi entrada a la ciudad fue muy dramática por la situación de guerra que imperaba. Nos recibieron unos militares que nos revisaron de abajo a arriba, investigaron todo.
Luego nos encontramos con el corredor de la Avenida San Martín, donde estaban los americanos. Nos obligaron a bajarnos del carro a punta de carabina y nos revisaron.
Cuando llegamos empezaban los clásicos tiroteos. Eran como las siete de la noche. Ya oscurecía.
En el edificio delantero del Colegio De La Salle había 600 refugiados de la zona Este que dormían en el salón de actos. En el segundo piso estaba el Departamento de Guerra Sicológica del ejército americano.
Los americanos salían por la César Nicolás Penson y los refugiados se movían por la Avenida Bolívar para que no se encontraran en el mismo momento.
Estaba prohibido que se cruzaran ambos grupos. Ellos lo tomaron, lo alquilaron por ley militar, aquí llegamos y aquí estamos.
Cuando llegué me encargaron de la Juventud Estudiantil Católica (JEC). En el 1967 ocurrió el hecho tan bonito como el nacimiento del Coro Estudiantil, al que he dedicado gran parte de mi vida.
El Colegio De La Salle siguió toda la corriente pedagógica de Paulo Freire, la educación liberadora, y de la iglesia católica, que se lanzó desde el 68 en Medellín. Con eso nos buscamos tremendo problema con el gobierno del doctor Balaguer.
Nos acusaron de marxistas, expulsaron al hermano Miguel Domínguez y a otros hermanos.
En ese momento comenzó ese proyecto de la educación liberadora, que implicaba, que el educando fuera el sujeto de su propio desarrollo.
Entonces, se le dijo a los muchachos: tienen que estar en un grupo activo y educarse, no sentarse ahí. Apareció el grupo de teatro La Carreta; Freddy Ginebra fue uno de los que estaban ahí, antes de que empezara Casa de Teatro.
Eso era a principios de octubre. El 25 de octubre hicimos el primero ensayo con un piano que está ahí, testigo de la historia, ya tiene 28 años. En ese momento fundamos el coro que no tenía nombre, pero como estaba integrado por estudiantes le llamamos Estudiantil, Coro Estudiantil. Eran varones nada más, el colegio no era mixto.
Como resultado de este proceso de educación liberadora dijimos que la forma normal de conducta es la relación de los dos sexos en una convivencia permanente.
Esto se consideraba peligroso en la visión de aquella época, eran juntos la dinamita. Yo hablé con el Arzobispo y me dijo: Vamos a probar por un año a ver qué pasa.
De ahí salió Retoños, de ahí salió Raíces, y también la fundación Coro Estudiantil. Esa es la herencia de esta dinámica del colegio que dijo el que le guste el teatro que funde el teatro, el que le guste la música que funde coros, y los demás que se vayan a cortar caña para que sepan lo que sufren los campesinos y se vayan a sembrar para que sepan lo que es sembrar y a coger sol de la mañana a la noche.
Hubo una capa social que gritó:¡Comunismo, y como son cubanos todos!
Y fíjese cómo es la vida: por esta nueva concepción que estábamos promoviendo aquí nos decían que eramos comunistas y de Cuba me botaron porque decían que era anticomunista.
Lo que sucede es que nuestros acusadores le tenían un miedo que rayaba en el pánico a todo lo que olía a libertad, a la palabra libertad.
Nosotros llamamos a nuestro proyecto «Educación en la libertad y para la libertad». Era una concepción irresistible para la mentalidad de aquella época.