Articulistas

La última mirada

La última mirada

Chiqui Vicioso

Recuerdo haber leído, durante mis años universitarios, un libro que me marcó.  Se llama “Las enseñanzas de Don Juan”, libro en apariencia fácil de leer, pero de gran profundidad. Don Juan era un sabio indígena, no recuerdo de cual etnia, y la frase que se quedó conmigo fue: “Tener siempre a la muerte como consejera”.

Desde entonces ando con ella, la muerte, sé que está a mi izquierda y tengo la absoluta tranquilidad de que cuando ella así lo determine haré los necesarios tránsitos hacia los seres que he amado y están a mi espera.

Iris es una señora anglosajona, septuagenaria, absolutamente reservada y silente, que hacía los ejercicios de rehabilitación conmigo.  Desde mi llegada al gimnasio la sentí amiga, así como una siente desde el inicio si alguien podrá ser su amiga o no, y para ello basta una frase, un gesto, un detalle. Desde entonces nos sonreíamos al llegar y cuando por fin pude ir a un salón y lavarme la cabeza la oí hablar por primera vez, elogiando mis cabellos, en un espontáneo gesto de generosidad.

No paré de reírme cuando Valentino, un nombre muy adecuado para su dueño, un panameño octogenario que aún se cree galán, se fijó en Iris y desde entonces no paró de cortejar, a esa abuela, abiertamente.

El placer de ser uno mismo

Primero dijo que nadie le cree que trabajó toda su vida en Wall Street porque es negro, y además porque era el empleado más elegante de la oficina, lo cual “jodía a su jefe”, sobre todo cuando se hacía, limpiar los zapatos. 

El jefe lo despidió “aprovechando el nueve once”, lo cual lo llenó de alegría porque “volví a ser quien yo soy”.  Otro día dijo que lo único que maneja es un Mercedes Bentz y que solo come en restaurantes carísimos, donde siempre pide “filete miñón y una botella del mejor vino tinto”.  Finalmente, dijo que era cantante (Rolando La Serie es su Dios), se acercó a Iris y comenzó a cantarle “Bésame mucho”.

El lenguaje corporal de espanto de Iris no me pasó desapercibido y fui a su rescate, desviando la atención de Valentino con una anécdota sobre Rubén Blades.

“N’ombe Chica, después de Rolando La Serie el único que se le para al lado es Gilberto Santa Rosa”.

Ayer avanzaba hacia el gimnasio cuando vi a Iris.   Me esperaba y lo único que dijo fue: “Hoy me regresan a mi casa”.

Y en su mirada supe que ella sabía que jamás nos volveríamos a ver.

Por lo menos en este plano…