Editorial

La verdad duele

La verdad duele

En su comparecencia por ante la Cámara Americana de Comercio, el ministro de Hacienda, licenciado Daniel Toribio, ha planteado un novedoso sendero que conduciría de manera  expedita hacia el escenario de una postergada reforma fiscal integral a la que se llegaría sin mayores traumas jurídicos, políticos, sociales o corporativos, pero que requeriría de altas dosis de sensatez y buen juicio. Como primer paso, el licenciado  Toribio expuso la necesidad de revisar el paquete de incentivos  y exenciones  fiscales que  ascienden en tres años a 418 mil  millones de pesos, cifra superior al valor  del Presupuesto del Gobierno Central 2011,  estimado en 390 mil millones de pesos.

Desde tiempos inmemoriales casi todos los sectores productivos han  estado  amparados en leyes  o decretos de incentivos,  como los dirigidos a  turismo, industria, zonas francas, agropecuaria, exportaciones, transporte, minería, frontera,  electricidad convencional, energía no renovable, fomento del libro, cultura, cine, entre otros.

Esas leyes, decretos u ordenanzas que avalan tales gastos tributarios no establecen  formas  claras de  fiscalización ni evaluación de desempeño de los beneficiarios, por lo que  tales recursos que el Estado deja de percibir no  cumplen a veces con el propósito de  estimular la expansión de negocios, garantizar  competitividad, promover empleo o  elevar los niveles de educación de la población.

El ministro Toribio citó también como retranca para una reforma  fiscal integral lo que definió como inflexibilidades  presupuestarias, representadas por 33 leyes que obligan  a transferir a instituciones   públicas un porcentaje de lo recaudado en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), del Fondo General de la Nación o de los ingresos.

Esa traba jurídica limita la posibilidad del Gobierno de ejercer mayores controles  para garantizar calidad  en el Gasto Público, pues  los entes beneficiarios  con esos privilegios presupuestarios no rinden  mayores informes  sobre  ejecución presupuestaria que los legajos de papeles que  remiten a la Cámara de Cuentas.

Sobran razones para ponderar  el planteamiento del ministro de Hacienda, de que  prohíban una serie de exoneraciones y exenciones que no reportan ningún beneficio  al bien común, especialmente  las que eximen de pago de impuestos  a los beneficios alcanzados por personas físicas o jurídicas, pues  todo  aquel que gane dinero está obligado a tributar.

Como ha dicho el licenciado Toribio, se requiere  de un gran  pacto social y político para lograr un sistema tributario más justo, racional y eficiente, porque no es posible que operen 33 disposiciones legales que reducen el potencial del sistema tributario, once leyes que crean regímenes especiales y otras 19 que otorgan incentivos.  Hace falta más equidad y menos privilegio.

El Nacional

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