Pasarán muchos años antes de que la mayoría de los dominicanos asuma conciencia de que ya no está asentada sobre una isla, sino que forma parte de una aldea global, expuesta a las consecuencias de cualquier evento que ocurra en el mundo, desde el ciclón que se forma en África, hasta una tormenta de arena en el desierto del Sahara que incrementa aquí la ola de calor.
Igual que esos fenómenos naturales, son muchos los acontecimientos políticos, económicos y sociales que se escenifican muy lejos de las costas dominicanas, cuyos efectos gravitan de manera determinante sobre la República, como fue el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en 2008, que puso en bandolera a los indicadores económicos dominicanos.
El Gobierno diseña o aplica políticas en aéreas vitales de la sociedad sin tomar en cuenta el termómetro mundial, por tanto, tampoco se prevén eventos como la crisis de la zona euro que se reflejó negativamente en los sectores remesa, turismo e inversión extranjera; la primavera árabe, el conflicto de Medio Oriente y problemas políticos en Venezuela, que impactan sobre los precios del petróleo.
Pocos en los litorales oficiales o privados monitorean las crisis económica y de la deuda en Estados Unidos, a pesar de que esa nación es el principal socio comercial de República Dominicana, donde reside más de un millones de compatriotas que remesan cerca de 3 mil millones de dólares anuales.
Todos protestan o se lamentan porque los precios internos de las gasolinas aumentaron en julio casi 13 pesos el galón, pero nadie en el Gobierno asumió previsiones de lugar ante el hecho de que el consumo de derivados del petróleo se incrementa para esta época en Estados Unidos y Europa.
El conflicto comercial con Haití es fruto de la improvisación o falta de previsión de las autoridades dominicanas que nunca han hecho nada para estimular la formalización de un intercambio comercial que representa para la economía ingresos por centenares de millones de dólares.
Puede decirse que aquí se vive de lo comido por lo servido, sin que se asocie el diseño del desarrollo a la dinámica de la economía mundial, como si de verdad la República se cimentara sobre un terreno aislado, al que de vez en cuando llega el sustento como maná que llueve del cielo.
Para alcanzar en las próximas décadas el anhelado estadio de desarrollo económico y social, se requiere que poderes públicos, sector productivo y sociedad planifiquen, diseñen, ejecuten y asimilen políticas públicas vinculantes con el mundo de hoy y sus perspectivas, porque el autoaislamiento significa cúmulo de miseria y atraso.
