Editorial

Ley del garrote

Ley del garrote

El presidente Barack Obama ha advertido que Estados Unidos vetará en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cualquier  resolución que procure el reconocimiento  del Estado de Palestina, como se ha propuesto ante la Asamblea General  de la ONU, con lo que esa potencia mantiene por 64 años su negativa a que se cumpla con la resolución 181/11 de ese organismo que instituye la creación de un Estado  árabe y otro judío en  esos territorios del antiguo Imperio otomano.

Esa resolución ordenó  que el nuevo Estado de Palestina se erigiera sobre  un área de  once mil 300 kilómetros cuadrados y  el de Israel sobre  14 mil  500, mientras Jerusalén quedaría  bajo control de la Naciones Unidas, pero  como otras muchas disposiciones de la ONU, esa  medida no fue acatada por Washington ni el naciente Estado judío.

El presidente de  la Autoridad Palestina, Mahmub Abad, ha pedido a la Asamblea General que  retome la resolución de 1947 y proclame  el nacimiento jurídico de esa nación árabe, a lo que se oponen  Estados Unidos e Israel, sin que se presente ninguna alternativa viable para que  se cumpla con ese mandato de hace 64 años.

Por el contrario, el territorio de Palestina  señalado en 11 mil 300 kilómetros cuadrados quedó de inmediato reducido a menos de cinco mil, porque  el Estado judío se erigió sobre un área de más de 20 mil  kilómetros y la amplió   más  después de la Guerra de los Seis Días, en 1967.

No se niega el derecho del gobierno y pueblo de Israel a garantizar la seguridad de su territorio y de  su estatus jurídico, pero  en nada  ayuda a los anhelos de paz duradera en el Medio Oriente, si  Tel-Aviv persiste en la idea de  promover asentamientos en territorios  reivindicados por Palestina.

Ni hay dudas de que Washington impondrá  su derecho al veto a una posible resolución de la ONU que proclame la independencia y descolonización de Palestina, pero esta vez se envía al mundo el nefasto mensaje de que  una potencia imperial impone su poder para  impedir un derecho que fue reconocido por Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial.

En vez de imponer la ley del garrote,  el presidente Obama ha debido usar todo su poder de disuasión para promover  la paz y  la  coexistencia pacífica entre  Israel y Palestina, porque ambos pueblos merecen vivir y desarrollarse sobre los territorios de sus ancestros bajo  la sombrilla jurídica de naciones libres e independientes.

 Sin poder alcanzar en Nueva York el anhelo de un Estado palestino, el presidente  Abad debe retornar  a Cisjordania con la satisfacción del deber cumplido y  con renovados propósitos de  proseguir sus esfuerzos  por vías pacíficas para que más temprano que tarde se haga justicia y se cumpla la resolución  181/11, que proclama la Independencia y descolonización  de Palestina.

El Nacional

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