Opinión

Límites insospechados

Límites insospechados

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Los límites insospechados a los cuales ha llegado el PLD para procurar conquistar el poder o la permanencia en él, es preciso analizarlos desde antes de 1996, año de su primera victoria electoral y relacionarlos con dos elementos significativos: Declive físico e intelectual de su líder fundador y vinculación en tratativas politiqueras, al peor estilo dominicano, con Joaquín Balaguer.

Desde su origen, el PLD constituyó un fenómeno político en el país. Eso fue resultado del establecimiento, por iniciativa de la genialidad política de Bosch, de conductas diferenciadas de lo que hasta ese momento había sido el ejercicio de la vida partidaria entre nosotros.

Lo primero fue elaborar un marco teórico conceptual a partir del cual debía organizarse la entidad y se formarían los militantes a cuyo cargo estarían las tareas para alcanzar el desarrollo del Partido. Asumir la obligación de realizar estudios de diversos tipos como condición para alcanzar la condición de miembro, constituía una prodigiosa novedad en una nación donde lo normal era agenciarse una membresía inorgánica como garantía infalible para ascenso social y fortuna súbita.

Después, las prácticas que caracterizaban el ejercicio de la cotidianidad partidaria, resumidas en publicación de una revista de temas políticos nacionales e internacionales; periódico asumido como carta de presentación del militante; métodos aleccionadores de recaudación de fondos; técnicas inusitadas de propaganda; propuestas de soluciones a problemáticas nacionales; realización de actividades de masas impactantes que culminaban con limpieza de espacios intervenidos.

Se intentaba que el PLD fuera en su accionar espejo a través del cual la población constatara su visión sobre la administración del Estado, las políticas públicas que debían impulsarse y, como derivación natural, el tipo de sociedad que se aspiraba erigir.

Esa nueva estética no tardó en generar frutos. Desde su primera incursión electoral, el Partido fue en ascenso en el favor popular, al punto de pulverizarel histórico bipartidismo que había signado nuestro devenir partidista.

Eso fue una hazaña que, por desgracia, coincidió con el incremento de la enfermedad neurodegenerativa de Don Juan.

Esas circunstancias colocaron al Partido en medio de las rutas de intereses del perredeísmo y del balaguerismo, lo que significó una trampa mortal que condujo a la dirigencia que había tomado las riendas de la organización, a optar por la más desafortunada de las opciones disponibles para lograr el poder, sin reparar que, alcanzándolo de tal manera, incubaba el fracaso del proyecto, para tragedia de la nación. Continuará.

El Nacional

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