Opinión

Los ángeles de hueso

Los ángeles de hueso

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Los productores culturales emergidos a partir de los comienzos de la década del 60, sobre todo después de la muerte de Trujillo, guardan cierta relación lógica con los brotados durante la década anterior, la del 50. Esta relación, conectada con el movimiento beat norteamericano (Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Corso, MacClure, Diane di Prima, Diane Wakoski, etc.), y con el existencialismo europeo (Sartre, Beauvoir, Camus, etc.), tiene como punto de referencia la trampa de la dictadura y la imposibilidad del productor mimético de expresarse libremente.
Hasta la fecha se ha hablado abundantemente del Movimiento Postumista, expresado filosóficamente por Andrés Avelino; de la Poesía Sorprendida, un intento de los rapsodas dominicanos de producir una poética universal, pero sin un soporte filosófico básico; de la Generación del 48, los amagos de jóvenes poetas para demostrar algo sin saber cómo; de la Generación del 60; y de la Generación de Posguerra, la más compacta y tecnificada de todas; pero nada, absolutamente nada, se ha dicho de la Entregeneración del 50, quizás la más atrapada de todas entre la incertidumbre de lo que fue su presente y el miedo a lo que sería su futuro.

Esa entregeneración estaba constituida por productores miméticos cuyas edades no alcanzaron para integrarse a la del 48, comenzando sus creaciones a aflorar en el primer lustro de los 50.

Hay que registrar que la riqueza de esa producción se nutrió del renacimiento de las bellas artes del país, que arrancó a comienzos de los 40, cuando la dictadura, en la búsqueda de la conformación de un arte vinculado fundamentalmente a la esencia de lo dominicano, aprovechó la intranquilidad despertada por las ideologías fascistas frente a una intelligentsia europea vinculada a los movimientos estéticos de vanguardia y se movió para —permitiendo inclusive desafectos a las opresivas tiranías— recibir una parte de ella.

Una de las nociones de los ideólogos de la dictadura en los 40 giraba alrededor de un desarrollo intelectual y de un mejoramiento racial del país, y aprovecharon la conferencia celebrada en Évian-les-Bains, Francia (del 6 al 15 de julio, 1938), en donde por una iniciativa del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt se discutiría, fundamentalmente, el problema de las persecuciones judías desatadas por el gobierno nazi.

República Dominicana fue uno de los treinta y dos países que asistieron a la conferencia de Évian-les-Bains, y comunicaron al mundo que el gobierno dominicano se comprometía a aceptar hasta cien mil refugiados europeos.

De los exiliados llegados al país antes de finalizar la década del treinta, se encontraban George Hausdörf, pintor y profesor de arte judío-alemán, que huía de los nazis, y José Vela Zanetti, pintor y muralista español, que participó en el éxodo de más de medio millón de republicanos que cruzaron las fronteras españolas para escapar de Franco y el Opus Dei. En ese exilio republicano llegó al país Manuel Valldeperes, quien creó entre nosotros una conciencia crítica del arte a través de sus comentarios y e