El Gobierno haitiano rechazó de plano la sugerencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) de dialogar con los pandilleros un alto al fuego para garantizar la gobernabilidad y la seguridad en la nación.
Sin estar en la más ventajosa de las posiciones no es la primera ocasión en que las autoridades del vecino país rechazan la posibilidad de un encuentro con los jefes de las pandillas para restaurar la paz en el territorio.
Lo ideal sería que los pandilleros respondan por sus crímenes ante la justicia, pero la realidad es que Haití se ha convertido en un caos que carece de tribunales y servicios.
Ya en otras ocasiones los cabecillas de las bandas han buscado una negociación con el Gobierno, pero la frustración no les ha dejado más camino que el de la violencia.
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Si estuvieran en desventaja podría entenderse la renuencia de las autoridades de dialogar con ellos, pero resulta que son quienes controlan la mayor parte del territorio.
Es un trago amargo efectuar algún tipo de concesión a criminales que han fomentado la violencia y el terror, pero peor sería perder la batalla a cambio de nada.
Tampoco ha de perderse de vista dentro del complejo sistema que por la misma crisis haitiana las bandas han crecido numéricamente.
La sugerencia de la OEA, antes que rechazarse de plano, merece ser bien analizada toda vez que el diálogo con los criminales para detener la violencia y garantizar la seguridad y gobernabilidad luce más conveniente que la lucha que se libra en la actualidad.