Partir del criterio de que el incremento de la delincuencia es una consecuencia de que se ha sido débil con los infractores, es un error garrafal que permite pronosticar que, como ha sido en el pasado, la aplicación de la llamada “mano dura” como alternativa volverá a culminar en fracaso.
En el contexto que se trae a colación el término, lo que implica es volcar toda la fuerza represiva del Estado contra determinado tipo de delincuencia y contra específicos violadores reales o supuestos de leyes penales, que siempre son los depauperados y, por eso, desprovistos de influencias derivadas del dinero, el poder o el prestigio.
Con la sustitución del jefe de la Policía solo se busca golpe de efectos
Se trata de un concepto selectivo, para el cual, la delincuencia es fenómeno ajeno a ciertos segmentos de la población formados por quienes, no por casualidad, violan normas que producen grandes perjuicios al país, sobre todo económicos, pero tienen garantizados su impunidad. Nueva vez se aplica la fábula que asemeja la justicia a una tela de araña, capaz de atrapar insectos pequeños, pero es destruida por los grandes.
Esto ocurre en un período en que nos prometieron hacer cosas novedosas, pero contrario a eso, se reiteran las mismas ineficientes fórmulas, las cuales se limitan a reaccionar ante los sucesos, sin combatir sus causas, sin desterrar sus raíces y, lo más importante, siendo solo reactivos ante quienes resulta fácil simular el cumplimiento de la ley, pero complacientes ante los fuertes.
Ahora se destituye al jefe de la Policía con el único propósito de producir un golpe de efecto. De igual forma se procedió con el pasado ministro de salud cuando murieron muchos niños en un hospital, como si él hubiese sido el responsable de algo que viene y continúa ocurriendo desde hace años. ¿O acaso se pretende olvidar los pésimos índices de mortalidad infantil que registramos? Por cierto, ahora el mismo ex ministro es designado como asesor en materia de salud. Y entonces, ¿volverán a morir los infantes?.
La verdadera mano dura que necesitamos, que es la que los gobiernos que hemos padecido se resisten a aplicar por pura conveniencia politiquera, es la que nos convertiría en ciudadanos iguales ante las disposiciones constitucionales y legislativas; y la que provocaría que frente a la ocurrencia de hechos reñidos con los preceptos legales, se produjeran las correspondientes consecuencias. Todo lo demás es pura demagogia que, en el caso de los tiempos que corren, también es electoralista y reeleccionista.