El bono navideño con que el Gobierno sustituyó las tradicionales cajas que se distribuían para esta fecha ha sido una buena iniciativa en todos los aspectos.
Con los 1,500 pesos que tienen de valor las personas beneficiadas podrán adquirir los artículos que más necesiten, se evitan las aglomeraciones, sobre todo en estos tiempos de crisis sanitaria, y se garantiza más equidad en su distribución.
Las canastas eran una humillación, cuyo sistema se prestaba a la corrupción además de implicar cuantiosos gastos en logística. Los bonos, que beneficiarán a un millón de personas, podrán utilizarse en colmados, tiendas de alimentos, cadenas de supermercados y otros establecimientos.
Lo que pasaba con las canastas era tan deprimente como infernal para las personas más débiles que debían someterse a largas filas durante varias horas para recibir una mísera asistencia para las navidades.
El procedimiento que se ha utilizado con los bonos es más humano y efectivo. Para garantizar la mayor transparencia se han utilizado plásticos, tipo tarjetas, que son distribuidos a través de los programas Progresando con Solidaridad, Administración de Subsidios Sociales, Plan Social de la Presidencia, las iglesias, Ministerio de Defensa, la Policía, Poder Legislativo, alcaldías y otras entidades.
Con el sistema diseñado por el Gabinete de Políticas Sociales también se pone fin al cuantioso gasto en que incurrirían diferentes instituciones con programas particulares durante las navidades.

