El desconocimiento del histórico éxodo campo-ciudad, y del crecimiento descomunal de las zonas urbanas, conlleva a la errada planificación de políticas metropolitanas por parte de las autoridades. Y es que en las ventas en las calles subyace todo un tinglado de acontecimientos históricos, económicos y sociales que aumentaron esta actividad hasta hacerlas inmanejables.

Un primer momento de este problema fue a raíz de la intervención norteamericana de 1916, en donde los marines emitieron un conjunto de resoluciones agrarias que dejaron a miles de campesinos sin tierra. Otro instante de auge del tránsito de zonas rurales a urbanas lo representó la muerte del dictador Trujillo.

Antes de los años setentas las zonas rurales fueron más grande que las zonas urbanas, realidad que se transformó años después, y que ha hipertrofiado a todas las ciudades criollas, las cuales no cuentan con los recursos suficientes para ofrecer los servicios indispensables a la municipalidad.

En la mudanza del campo a la ciudad, se presenta la disyuntiva de que las metrópolis no cuentan con el proceso de industrialización suficiente para absorber la mano de obra migrante, originándose que esa masa humana latente se dedique a la economía informal.

Quizás armado de buenas intenciones, el ministro de Turismo, David Collado, inició la intervención de la avenida Duarte esquina París, acudiendo al rescate de la icónica arteria comercial con una inversión de un millón de dólares. Sin embargo, es como si se resolviera un problema en un determinado punto para que automáticamente se traslade a otro lugar.

Por: Elvis Valoy
elvis.valoy@gmail.com