Nunca hay que quitarse las chancletas para arrodillarse ante el poder
En mis inicios como colaboradora de El Nacional, Don Radhamés Gómez Pepín me llamó para que pasara por su oficina. Con el peso de su posición, su voz grave y su figura, afirmó: “ Doctora, promueve usted el uso de los condones, ¿no tiene miedo, no le teme a los grupos religiosos, no la intimida el poder del Cardenal? ”.
Desde siempre he contado con su apoyo para reclamar el derecho a una sexualidad libre y responsable.
Si tuviera que elegir entre los aportes de Don Radhamés, me quedo con sus aportes a la democracia, en especial con el hecho de haber dado voz a muchos y muchas. En El Nacional, Don Radhamés mantuvo las ventanas abiertas para que fluyan las ideas y a través de sus décadas como director jugó un papel a tono con los tiempos en las diferentes etapas de la vida del país.
Como colaboradora doy fe y testimonio de que en El Nacional, Don Radhamés, escuchaba las ideas, el sentir, permitía a las personas exponer sus razones, y a la vez que se hacía eco de ellas. Cuando las mujeres hemos necesitado un empuje en nuestras luchas, Don Radhamés abría sus puertas. No olvidamos que en épocas difíciles, las mujeres de los perseguidos, de los presos, de los exiliados, las viudas de las víctimas de la represión, las compañeras de los desaparecidos de los “12 años”, estas mujeres han tenido en El Nacional, y en Don Radhamés un apoyo.
La presencia de las voces de las mujeres en El Nacional, con una posición muchas veces controversial, habla de un clima de pluralidad y convivencia de diferentes ideas. Fue desde la tribuna de El Nacional donde por primera vez en la historia una periodista dominicana se atrevió a cuestionar los poderes de la Iglesia Católica y a partir de ahí, ha quedado abierta la puerta para enjuiciarlos.
El Nacional, un periódico preferido por hombres, en un mundo donde todavía son ellos los que hacen las leyes, tener una vía de comunicación para informarles y ojalá convencerlos de las necesidades de las mujeres, es un valor.
Para nosotras, las mujeres, Don Radhamés ha sido un aliento vital, y un espaldarazo, y ha sido un roble que por momentos nos ha concedido su sombra. Nos ha enseñando cuando nos aprueba y cuando nos reprueba, y nos ha mostrado que a pesar de todas las posibilidades que manejaba como director de un gran medio, nunca hay que quitarse las chancletas para arrodillarse ante el poder.