Opinión

Mujeres y salud

Mujeres y salud

¡Ordeñarme es toda una producción!
Vivir no es fácil, más aun cuando eres mujer. Tania lleva una jornada agobiante. A sus 26 años y graduada de abogada, se ha convertido en madre.

A pesar de ser primeriza, tuvo un embarazo sin limitaciones. Familiares y amigos le decían que ella no parecía estar embarazada, que nunca se quejaba, y además seguía haciendo ejercicios hasta el momento del desembarazo.

En el tema de la lactancia Tania no aflojó, se había instruido sobre los beneficios de la lactancia materna, no era negociable. Mientras acariciaba su panza repetía las palabras de su madre: “Te di el seno por más de un año, nunca te enfermaste, tienes que darle el seno, tienes que lactar”.

En el área de recién nacidos no respetaron sus deseos y le dieron formula, ella no se dejo amedrentar; con paciencia y decisión logró enamorar al bebé de su pecho.

Lactar implica una inversión de tiempo, su recompensa: la cara de ángel del bebé al dormirse en su pecho después de amamantarlo, es un acto celestial.

Tania muestra con orgullo su banco de leche, se ha venido ordeñando para cuando empiece a trabajar darle su producción al bebé. Esto de ser la proveedora de salud de su hijo le genera una emoción innombrable.

Con resignación Tania retorna al trabajo al cumplirse las doce semanas de licencia de maternidad, en disonancia a las catorce semanas como mínimo que recomienda el Congreso dominicano y la Organización Internacional del Trabajo. Ella lo sabe y la indigna.

Ese primer día post maternidad viene cargado de miedo, las felicitaciones y retomar el ritmo del trabajo. Pegada al computador empieza a sentir como la naturaleza llama, siente que las mamas se le van a explotar. No había pensado dónde podría ordeñarse. Consiente de que por ley tiene dos periodos de veinte minutos de permiso para las empleadas lactantes, decide hacer una pausa antes de desparramar la leche de su hijo en su camisa.

En este ministerio que promueve la equidad de género no hay un espacio para ordeñarse. Con la mejor de las intenciones, pero con impotencia, la encargada de recursos humanos le ofrece prestarle su baño. Mientras Tania se ordeña, siente el peso del mundo caer en los hombros.

Ha decidido no negociar la lactancia, la salud de su bebé. Cuando toca ordeñarse, pone la computadora en pausa, y sale al estacionamiento. En plena avenida enciende su vehículo para no morir carbonizada, coloca tres toallas para cubrir los cristales, y frente al guardia de seguridad se extrae el oro liquido. Ordeñarme es toda una producción.

El Nacional

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