Fidel Castro: «En una guerra nuclear el daño colateral sería la vida de la humanidad» (3 de febrero de 2013).
El mundo de hoy, marcado por conflictos, crisis económicas, desigualdades sociales y la constante intervención en la soberanía de las naciones, parece estar atrapado en un ciclo perpetuo de tensiones. La frase de Mafalda cobra un nuevo significado cuando la trasladamos del ámbito local al global, pues el planeta enfrenta desafíos monumentales, desde guerras e inestabilidad política hasta la degradación ambiental y violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
Frente a esta realidad, la pregunta central es: ¿cómo y dónde empujar este mundo convulso para llevarlo hacia un camino donde prevalezcan la paz, la justicia social, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y un desarrollo verdaderamente inclusivo? “Las lámparas se están apagando en toda Europa: No las volveremos a ver encendidas en nuestras vidas”, Sir Edward Grey, ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, en el anochecer previo al comienzo de la Primera Guerra Mundial, citado por Manuel Hinds, en su libro “El nuevo orden Mundial”, y en la contraportada del texto publica la tenebrosa y lapidaria cita: “En dos años, el mundo ha cambiado de un modo que tardaremos décadas en entender”.
La búsqueda de la paz y el desarrollo requiere, en primer lugar, cuestionar los cimientos de las actuales estructuras de poder, las relaciones internacionales deben ser replanteadas, dejando de lado las intervenciones unilaterales y respetando el derecho de cada pueblo a determinar su propio destino. Como ha demostrado la historia, la paz verdadera no se construye con imposiciones externas, sino con el reconocimiento y respeto por la diversidad de caminos que cada nación decide tomar.
Empujar al mundo hacia la paz implica desmantelar las prácticas imperialistas que violan la soberanía de los países y fomentan conflictos en beneficio de unos pocos.
En este sentido, la República Bolivariana de Venezuela ha sido un ejemplo de resistencia frente a las presiones externas, defendiendo su autodeterminación y soberanía ante injerencias que buscan erosionar su independencia.
El reconocido periodista español, Ignacio Ramonet, catedrático de teoría de la comunicación, al intervenir en el XXVIII Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”, que patrocina todos los años el Partido del Trabajo, de México, advirtió que “se acerca la desnaturalización de la humanidad…la herramienta militar pasa a ser ahora un recurso para resolver problemas políticos, y eso es extremadamente peligroso, por eso estamos en una situación de brutalidad de la política”.
El desarrollo económico, por su parte, debe estar íntimamente ligado a la justicia social. No es suficiente que el mundo progrese en términos de crecimiento económico si ese crecimiento no se traduce en mejoras tangibles para los pueblos. En este punto se manifiesta una contradicción evidente: mientras algunas naciones acumulan riqueza, otras siguen atrapadas en la pobreza, enfrentando desigualdades cada vez más profundas.
Por: Rafael Méndez
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