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Naturalización

Naturalización

Orlando Gómez

La República Dominicana es un país que hoy en día se está empezando a dar el permiso de pensar en grande. Con casi 3 décadas continuas de estabilidad política y social, así como un crecimiento económico sostenido, ciertamente tenemos bases sobre las cuales actuar en nuestras aspiraciones. Para alcanzar esa meta, en cambio, necesitamos todas las manos que podamos encontrar y para lograr eso necesitamos reformar el proceso de naturalización que deben agotar los inmigrantes en nuestro país.

El proceso de naturalización que hoy en día deben agotar los extranjeros en nuestro país es una pesadilla burocrática que no parece servir ningún propósito específico más que obligar al solicitante a gastar dinero en papeles durante, mínimo, 7 años de su vida. Cualquier consideración de seguridad nacional, lo que habitualmente justifica los procesos engorrosos de naturalización en países con legítimas preocupaciones de seguridad nacional, en nuestro régimen de naturalización parece ser secundario a la fábrica de hacer y exigir papeles.

Dicho lo anterior, reconozco que vivimos en una situación política complicada dado lo que viene ocurriendo en Haití y la reacción local a la migración haitiana, por lo que cualquier intento de reforma al proceso de naturalización en estos momentos sería visto bajo ese lente haciendo del tema algo demasiado políticamente tóxico para siquiera ser abordado.

Dada las circunstancias, la ley actual deja brechas que permiten establecer procesos más diligentes y acelerados para obtener residencia permanente y la eventual ciudadanía dominicana para personas en situación de refugiados o asilo. Está en la facultad del Poder Ejecutivo ofrecer una alternativa acelerada hacia la naturalización para ciudadanos de países como Venezuela, Cuba, Nicaragua y El Salvador, que por las circunstancias actuales de su país requieren protección.

Adicionalmente, nada impide al Poder Ejecutivo utilizar la brecha del numeral 8 del artículo 35 de la ley de Migración para admitir como residentes temporales y encaminados a un proceso expedito de naturalización a ciudadanos de países con los que tenemos vínculos de cercanía, lo que pudiere extenderse a toda Latinoamérica, Europa, Estados Unidos y Canadá.

Estas medidas tenderían a generar menores fricciones políticas y hasta generar mayor aceptación social de los inmigrantes en la medida que van siendo implementadas. Esto nos daría espacio para ir recibiendo cerebros y mano de obra cualificada en cantidades significativas, lo suficiente como para impactar de forma positiva a nuestra economía.

La República Dominicana no solo puede, sino que debe pensar en grande. El sueño de llegar a tener un país con niveles de desarrollo comparable a los que se viven en algunos países en Europa y Asia está a una distancia razonable, por primera vez en la historia de nuestra nación, pero necesitamos muchas más manos para completar el trabajo, y de la mano de todas esas personas que hoy viven y aman nuestro país luego de estar en él por años dada las circunstancias de sus vidas podemos alcanzarlo.