Cuando el presidente Lyndon B. Johnson ordenó el envío de miles de tropas a República Dominicana el 28 de abril de 1965, la Organización de Estados Americanos (OEA) legalizó esa intervención militar bajo el ropaje de Fuerza Interamericana de Paz.
Es por eso que cualquier sugerencia velada o abierta para que se repita en Venezuela esa ignominia, es motivo del más contundente rechazo de una comunidad internacional que ha mostrado gran preocupación por el drama político, social y económico que padece esa nación.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, dijo que aunque las acciones diplomáticas están en primer lugar, no se puede descartar una intervención armada en Venezuela para poner fin al gobierno del presidente Nicolás Maduro, lo que deja abierta la posibilidad de que se repita la tragedia de Santo Domingo de 1965.
Para poder justificar ese despropósito, el secretario Almagro ha advertido que en Venezuela se produciría una hambruna similar a la que diezmó a Ruanda, lo que recuerda la justificación de Washington, apoyada por la OEA, de que la invasión militar a República Dominicana, era para “salvar vidas” y contener el auge del comunismo.
No se niega que esa nación padece momentos difíciles que han motivado la salida por razones económicas de más de un millón 500 mil venezolanos, así como denuncias de violaciones a derechos humanos y políticos, pero ningún poder puede arrogarse potestad para promover una invasión militar contra un país soberano.
La hambruna en Ruanda, que se prolonga por más de 20 años, ha causado casi un millón de muertes, incluido el genocidio perpetrado en 2015 durante cien días, que costó la vida a más de 800 mil ruandeses, terrible drama que no debería ser puesto como ejemplo para promover una invasión militar en Venezuela.
La patria de Bolívar figura entre las contadas naciones de América que rechazaron formar parte de la vergonzosa Fuerza Interamericana de Paz que mancilló hace 53 años la soberanía dominicana, por lo que al gobierno dominicano le corresponde rechazar a todo pulmón el propósito infame de resucitar el intervencionismo militar.
El pueblo venezolano requiere y merece de la comunidad internacional la más contundente solidaridad y acompañamiento en sus anhelos por cobijarse en democracia, paz, justicia, equidad y libertad, sin la receta del militarismo y el derramamiento de sangre que se promueve desde el seno de la OEA.