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Nueva oportunidad

Nueva oportunidad

El PLD necesita un escarmiento y el país merece un cambio. Un cambio que empieza por la sustitución de los actuales gobernantes y que es importante intentar que vaya mucho más allá que eso, pero tal circunstancia resulta imprescindible. Hasta al propio partido le convendría sufrir un revés a ver si asimilan la lección y deponen tanta arrogancia y se convencen de que la convicción de una superioridad perpetua constituye un espejismo.

La voluntad mayoritaria para generar ese cambio existe, pero eso no resulta suficiente. Demasiado pasado de truculencia y bastante futuro cargado de temor y riesgos determinan que no sea tarea fácil desalojar del poder a una corporación política-económica corrompida para cuyos integrantes su existencia y relativa tranquilidad es directamente proporcional al escudo protector que ofrece el control de las riendas de una institucionalidad manejada tras bastidores y que garantiza su impunidad.

La dificultad se agrava porque muchas fuerzas opositoras no terminan de priorizar la necesidad del cambio y se obstinan en presentarse al electorado como opciones dispersas sin ninguna posibilidad de incidencia, pero con un gran potencial de favorecer, con su absurda decisión, la permanencia del adversario a quien señalan como responsable de la situación nacional que supuestamente desean enmendar.

Pese a la división del PLD y la salida de uno de sus dirigentes fundamentales, el panorama electoral continúa siendo de polarización entre quienes por diversas razones se aferran a la continuidad de lo mismo y quienes consideran una urgencia la modificación sustancial en los mandos de dirección de la nación.

Esa realidad podría hacerse mucho más ostensible a partir de las elecciones de febrero, donde pueden desvanecerse las ilusiones anidadas en la facción disidente del peledeísmo y segmentos importantes de sus votantes convencerse de que, si en verdad quieren desalojar a sus antiguos compañeros, no les quedaría más alternativa que apoyar a quien tiene la posibilidad de hacerlo.

En ese escenario, lo más inteligente sería contribuir con provocar una decisión en la primera vuelta de mayo de este año, bajo la certeza de que jamás sería más arriesgado enfrentar en segunda ronda un poder despojado de escrúpulos junto a la ausencia de autoridades arbitrales con la vocación de enfrentar tales desmanes, como ha quedado demostrado en acontecimientos recientes.

Así las cosas, el 2020 representa una oportunidad quizás irrepetible para iniciar la ruta que conduzca a la construcción de una patria con mayor sentido de equidad y justicia.

El Nacional

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