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Oratoria y carisma

Oratoria y carisma

Danilo Cruz Pichardo

La historia social dominicana registra grandes oradores, tales como Fernando Arturo de Meriño, Eugenio Deschamps, Manuel Arturo Machado, Luis Conrado del Castillo, Arturo Logroño, Rafael Estrella Ureña, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez.

 De todos, solo a los dos últimos tuve la oportunidad de ver y escuchar. ¿Cuál fue mejor? Muy difícil de establecer, pues ambos tenían cultura universal, millares de palabras a flor de labios, usaban metáforas y demás recursos literarios, se trasladaban a hechos históricos, hacían elegantes pausas, bajaban y subían el tono conforme a su interés y tenían capacidad de persuasión.

Tanto Peña como Balaguer se la lucían en las tribunas de los grandes mítines políticos, no solo manteniendo la atención de sus correligionarios, sino llenándolos de emoción, entusiasmo y pasión, en una época en que no había Telepronpter, un verdadero fraude.

Balaguer fue presidente durante 22 años y sus discursos ante la Asamblea Nacional son memorables, las intervenciones de los demás jefes de Estado dominicanos no se pueden equiparar a las del caudillo conservador. Su memoria estuvo fuera de serie.

Bosch posiblemente fue el político dominicano de mayor formación intelectual. Sus charlas radiofónicas fueron muy pedagógicas, pero nunca se le ha considerado orador. Eso sí, el profesor Bosch tenía tanto carisma como Peña y Balaguer. Los tres conectaban rápidamente con el público.

El que se encontraba con una de estas tres figuras en un canal de la televisión dominicana estaba obligado a detenerse ahí, por la capacidad de cautivar, capturar y seducir al televidente.

Sin embargo, Balaguer, Bosch ni Peña Gómez nunca dieron mejores entrevistas televisivas que Leonel Fernández y Guido Gómez Mazara, lo que revela que no es lo mismo hablar de pie en una tribuna que estar sentado respondiendo preguntas de un entrevistador ante las cámaras televisivas.

Leonel y Guido  –ofreciendo entrevistas televisivas— son dos estrellas. Guido, desde mi humilde punto de vista, lo aventaja por no evadir temas ni preguntas, nunca se va por la tangente. Además, el carisma del aspirante presidencial del PRM es inigualable en la actualidad.

    “Lo más difícil de este mundo es poder decir y pensar lo que todos dicen sin pensar”, dijo Alain. Resulta mucho más fácil hablar desde una tribuna, sobre todo un discurso ya pautado, porque, aunque no sea leído, las ideas se preparan mentalmente. En cambio, en una entrevista todo es sorpresa y el cerebro hay que ponerlo a operar a su mayor velocidad, dando respuestas inteligentes, oportunas y prudentes. También hay que exhibir ecuanimidad ante eventuales preguntas capciosas o insidiosas. El político que se altera, perdiendo estribos, genera mala imagen.

    Hay que observar, sin embargo, que en las dos últimas décadas el escenario político ha sufrido una involución ideológica y  moral enorme. La inversión de valores es tan grande que ya un alto porcentaje de los electores no evalúa la formación académica de un candidato, su pensamiento político, sus propuestas programáticas ni su condición moral, porque se aprovecha la necesidad de la gente y la falta de escolaridad para repartir prebendas y así comprar sufragios.