Tú me tiras a mí la caja, y yo te tiro los cajones», es lo que se está viviendo en el mundo económico hoy día.
La guerra de aranceles que se ha desatado mantiene en pánico a Wall Street, y el asunto se ha radicalizado tanto, que la Reserva Federal Norteamericana ha anunciado recesión para los próximos meses. Tanto las bolsas europeas como las asiáticas están registrando caídas significativas, y en el caso del «viejo continente» éste tiene los «dedos cruzados», pues el panorama financiero luce gris y sin posibilidades de solución a corto plazo.
En medio de ese sombrío panorama mundial, sí se ha puesto de manifiesto una acrisolada verdad, y es el desmentido de un viejo refrán; realmente en la coyuntura actual se puede afirmar sin temor a equívocos que: «Todo lo que brilla es oro».
Este metal precioso se ha impuesto en los mercados mundiales, haciéndose la más poderosa materia prima, y su amarillento resplandor está opacando a todos los demás insumos.
El dorado, cuyo número atómico es el 79, ha disparado su precio en las plazas internacionales, rozando en esta última semana casi los tres mil dólares. El símbolo químico del oro es AU, y al ritmo que va su demanda en todo el planeta, se puede decir que está aullando en una espiral ascendente de precio.
Ante esta realidad, nuestras autoridades deben tratar de aprovechar lo que parece ser una extensa racha positiva del material brillante. Creo llegada la hora de que en las bóvedas del Banco Central se le haga un espacio al oro, como forma de fortalecer las finanzas. Hay que almacenar oro. La medida consolidaría nuestra economía. Claro está, para eso se requiere llegar a un acuerdo con la Barrick Gold. ¡Pues, que se llegue!