Como en un campo de refugiados, debajo del elevado de avenida Máximo Gómez con Nicolás de Ovando, en la capital, decenas de indigentes, “piperos” y enfermos mentales han convertido ese espacio en una especie de posada donde pernoctan protegidos de las lluvias, el rocío y otras inclemencias del tiempo.

El drama es inhumano y la sociedad indiferente ante esta seria realidad.