Editorial

Peces y panes

Peces y panes

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha significado estabilidad macroeconómica, pero sus efectos secundarios malogran la capacidad  adquisitiva de la clase media y agravan la situación de pobreza, vulnerabilidad e indigencia de  millones de dominicanos, por lo que el Gobierno está compelido a oxigenar esos compartimientos sociales sofocados por la estrechez de circulante.

Con la aprobación  del Directorio del FMI a la continuidad de ese convenio,  el Gobierno tiene previsto recibir en lo que resta de año unos mil cien millones de dólares, más  US$500 millones de bonos  soberanos y 32 mil millones de pesos  en bonos internos, recursos que  garantizarían controlar el déficit  fiscal en  la franja de 1.6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), como exige el Fondo.

El presidente Leonel Fernández prometió que  esos recursos serían usados básicamente  para incrementar la  producción agrícola, reforzar el Plan Social de la Presidencia, ampliar  el programa Barrio Seguro, los Comedores Económicos y las plazas agropecuarias, además de concluir un conjunto de obras de infraestructura,  reconstrucción de caminos vecinales y programa de asfaltado.

Hay razones  para temer que  buena parte de esas promesas se conviertan en sal y agua  si los recursos van a parar a manos de funcionarios  insensibles para quienes  sus intereses y los de los suyos priman sobre el bien común, por lo que se requiere que  se levanten por todas partes antenas de monitoreo.

Se confía plenamente en que el Ministerio de Hacienda realizará una distribución racional y justa de los siete mil millones de pesos aprobados en bonos por el Congreso para  pagar deudas con suplidores del Estado, dinero que podría impactar favorablemente en la economía si  se redimen compromisos con  medianas y pequeñas empresas hoy virtualmente quebradas por impago gubernamental.

Otra ley de bonos por 25 mil millones de pesos destinados a  apoyo presupuestal debería estar dirigida a mitigar sufrimientos de una amplia franja  poblacional a la que la inflación ha impactado de manera devastadora, por lo que  se requiere una  ampliación de los programas del Inespre, Plan Social y Comedores Populares sin  el menor contagio de politiquería.

El agobiante desempleo en  anaqueles bajos de la  sociedad podría mitigarse  si  se emplea mano de obra nacional de manera masiva en  las prometidas  construcciones o reparaciones de  carreteras, caminos vecinales y escuelas, como también en la preparación de tierras cultivables, distribución de  semillas y plántulas y ayuda directa a ganaderos y productores avícolas.

Una población  asfixiada por  tan severa crisis económica,  cuya receta aplicada por el FMI ha sido tan terrible como la misma enfermedad,  requiere y reclama hoy del presidente Fernández, no que  realice el milagro divino de multiplicar peces y panes, sino que  garantice distribuir en la población la migaja recibida de forma justa, sin que un solo centavo se desvíe ni se incurra  en la menor injusticia.

El Nacional

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