Catalejo

Peligrosa alianza

Peligrosa alianza

Anulfo Mateo Pérez

Las afecciones depresivas y el trastorno por consumo de alcohol (TCA) presentan una elevada comorbilidad y una interacción bidireccional que complejiza su abordaje clínico.

La Organización Mundial de la Salud estima que cerca de 450 millones de personas padecen trastornos mentales.

Según esas investigaciones, de este grupo la mayor prevalencia de depresión es en mujeres y mayor frecuencia de TCA en hombres, reflejando diferencias de vulnerabilidad biológica, social y conductual.

El consumo de alcohol constituye un factor etiopatogénico relevante en la génesis, lo que mantiene y exacerba los síntomas depresivos. Los pacientes con TCA suelen experimentar deterioro funcional significativo.

En estos alcohólicos apreciamos mayor conflictividad familiar, pérdida de empleo, afectación económica, disrupción de redes de apoyo, que actúan como estresor psicosocial crónico y precipita episodios depresivos mayores.

A nivel neurobiológico, el alcohol induce a disfunción en circuitos serotoninérgicos, dopaminérgicos y noradrenérgicos, alterando la modulación del estado de ánimo, el control de impulsos y capacidad de afrontamiento.

La evidencia epidemiológica indica que alrededor del 36% de pacientes con TCA presentan depresión como comorbilidad, mientras que alrededor del 18% de los suicidios están vinculados al consumo de alcohol.

Esta realidad subraya el impacto clínico de esta peligrosa alianza. El curso clínico suele caracterizarse por un patrón circular: la depresión favorece el consumo como estrategia de automedicación disfuncional.

En tanto, la embriaguez incrementa el riesgo de recaídas y conductas suicidas. La comorbilidad es más común en mujeres, quienes además presentan mayor vulnerabilidad a los efectos depresógenos del alcohol.