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Pinta diferente

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José Antonio Aybar

A los dictadores no se les gana en las urnas. Los dictadores no conocen de reglas ni palabras de honor. Hacerse con el poder, aferrarse al poder y mantenerse en el poder, son sus únicas reglas.

Nicolás Maduro, una ficha en el ajedrez socialista de un siglo XXI convulso y movido al antojo de los promotores de la agenda perversa, perdió unas elecciones que creyó manipulables como ha sido la constante en él desde que, por decisión “dedocrática” de Hugo Chávez, asumió el poder en 2013.

No contó con la astucia de la oposición encabezada por una política estratega, curtida en las calles represivas de Hugo Chávez y el propio Maduro.

María Corina Machado se hizo una líder capaz de mover a todo un pueblo harto de la ignominia de un gobierno incapaz de sostener una de las economías más envidiables hasta mediados del pasado siglo.

Nunca como ahora tantos países, algunos aliados de Maduro, están conteste en que la única solución a la crisis post electoral venezolana es que el gobierno presente las actas que, aseguran sus adláteres, dan ganador al dictador.

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El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE), que proclamó como ganador al presidente Maduro, con el 51,2% de los votos, contra un 44,2% de Edmundo González Urrutia, no ha sido capaz de publicar las actas de escrutinio con los resultados detallados, demostrando no tener calidad moral para arbitrar, ni siquiera un proceso eleccionario de una junta de vecinos.

¿Por qué el gobierno y el CNE no han presentado dichas actas? Porque dan el mismo resultado que las actas de la oposición. El pueblo venezolano envió un mensaje contundente al socialismo de pasquín impuesto en esa nación suramericana y cada día se unen más países de América y la Unión Europea en el reconocimiento de González Urrutia como presidente electo.

Aunque las crisis post electorales han sido una constante en Venezuela, debido a que el gobierno siempre terminó alzándose con “el santo y la limosna”, en esta ocasión el desenlace pinta diferente.