Editorial

¿Por qué Santiago?

¿Por qué Santiago?

Ejecuciones a mano de sicarios de  cuatro extranjeros motivaron que Santiago fuera  señalado por casi toda la prensa como  el epicentro  del terremoto de  violencia y  delincuencia que sacude  la República y motivó también una movilización sin precedentes de casi todos  sus sectores en procura de frenar lo que se definió como inusitado auge de la criminalidad.

De tal magnitud fue el escándalo que el propio presidente Leonel Fernández creyó urgente y necesario encabezar una magna asamblea de empresarios, académicos, religiosos y líderes comunitarios para  auscultar las causas por las cuales Santiago se había convertido, a decir de esos medios de comunicación,  en tierra de nadie.

No pocos santiagueros llamaron la atención por lo que estimaron como  visión exagerada  en torno al auge de la delincuencia y criminalidad en una sociedad que ha sido  ejemplo de progreso, trabajo y convivencia pacífica,  aunque  sin negar la ocurrencia de  asesinatos, atracos, asaltos,  violaciones y otros  crímenes.

El tiempo se encargó de  desmentir la profusa especie de que Santiago se había convertido de la noche a la mañana en la comarca de  mayor criminalidad; las estadísticas ofrecidas por la Policía y el Ministerio Público indican que  el municipio cabecera y la provincia figuran entre  las comarcas con menos sucesos  delictuosos.

A pesar de que  el Gran Santo Domingo y San Cristóbal han sido sacudidos por frecuentes  casos de sicariato,  asesinatos,  atracos, asaltos, secuestros, violaciones, así como tráfico de miles de kilos de cocaína, Gobierno, sociedad civil ni medios de comunicación han mostrado niveles de alarma siquiera cercanos a lo expresado con respecto a la  ola de criminalidad que se endilgó a Santiago.

Por el deterioro de la seguridad ciudadana en esas demarcaciones, se requeriría convocar en la Universidad Autónoma (UASD) y el Instituto Politécnico Loyola, de San Cristóbal, asambleas similares a la efectuada en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (Pucamaima) para  aunar esfuerzos  en procura de  frenar la ola de delincuencia y criminalidad.

En ningún modo se pretende  afirmar que Santiago ha sido inmune  a la delincuencia, pero llama la atención que un inusitado activismo mediático intentó colocar a esa provincia como cuna de la inseguridad ciudadana, sin que  se observen atisbos de movilización similar por la creciente  criminalidad que perturba a otros colectivos.

Sin  poder definir las razones para  tanta alarma, puede decirse que  ha  disminuido  la frecuencia de crímenes y delitos en la Ciudad Corazón y municipios cercanos, por lo que el remedio aplicado en el Monumento, bien puede  servir en el Gran Santo Domingo, San Cristóbal y otros puntos del territorio, cuyas poblaciones son presa  de la delincuencia.

El Nacional

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