Comienzo, con una pregunta… ¿Por quién votar? Mi respuesta sincera es: Los candidatos van tras una sola meta; la presidencia. ¿Qué viene a continuación?… En el próximo escenario, puedo advertir las implicaciones de una complejidad sin precedentes sobre cambios dramáticos que tendría que confrontar cualquiera que gane.
Sin pretender ser demasiado optimista, se sabe que existe una ley, que se podría decir, es eterna por lo que tiene de cierta… Saber discernir, al tomar la decisión de votar por un determinado candidato.
Otra forma para superar incertidumbre consiste en obtener información.
La mente superior del ser humano siempre aprende por análisis, lo que nos puede proteger al fijar objetivos equivocados que nos pudieran confundir y condenarnos al fracaso desalentador y costoso.
Un buen candidato, precisa una visión que no puede valorarse a corto plazo; porque se enfrentará a grandes exigencias para resolver »los problemas del presente», los cuales se incrementarán mientras más gente dependa de él cuando sea presidente.
El presidente tiene que ser inteligente, decisivo, valiente, fuerte, flexible, honesto, intuitivo y equilibrado, sustentado por un control emocional en cada acto de su vida, que le permite claridad y sabiduría en el espectro social, político y económico que le corresponda administrar.
Así, antes de votar es esencial saber desarrollar la percepción de cómo piensa, actúa, reacciona y se expresa su candidato.
Un presidente es un catalizador para los de arriba y para los de abajo, sin exclusión. Un presidente no es una figura solitaria, debe estar expuesto al mundo y sentir simpatía hacia la economía global. Como están las cosas en esa dirección, adaptarse al cambio y con voluntad, crear nuevas recetas, ser capaz de utilizarlas de la manera más eficaz y rápida que sea posible para el verdadero bienestar social.