Detrás de las ideas
No basta con darle seguimiento al comportamiento de la macroeconomía (o la economía general), sino que hemos de interesarnos por la marcha de la microeconomía, que se refiere a las personas y a las empresas en su vinculación mediante el mercado.
El economista puede equivocarse en su interpretación sobre las causas y efectos de un determinado fenómeno de la producción, el comercio o las finanzas, pero lo que no es permisible es que trate de acomodar la verdad científica a la defensa de sus intereses personales.
Ningún economista debe considerarse como un heredero de Dios. Un economista que sólo fije su atención en los resultados del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) sin tomar en cuenta los avances en el desarrollo económico y social está negando la razón de ser del diseño y ejecución de las políticas económicas.
Volvamos a Keynes: “El economista debe estudiar el presente a la luz del pasado con vistas al futuro. Tiene que ser, al mismo tiempo, lleno de determinación e indiferente: tan distante e incorruptible como un artista, y tener algunas veces los pies tan cerca de la tierra como un político”.
Se atribuye al escritor irlandés George Bernard Shaw (1856-1950) haber expresado una frase lapidaria sobre la diversidad de enfoques económicos: “Si pudiéramos reunir a todos los economistas en un mismo lugar, aun así no lograrían ponerse de acuerdo”.
Cierto: ante la presencia de un mismo fenómeno económico (una depresión, por ejemplo) afloran posiciones enfrentadas sobre los factores causales y la implementación de políticas públicas para superarlo. Los gobernantes se deben dejar asesorar por economistas de diversas escuelas y puntos de vistas para ampliar el abanico de posibilidades de soluciones. Del choque de las ideas brota la luz. No es aconsejable casarse con una sola opinión.
Las reflexiones precedentes adquieren mejor concreción en tiempo de crisis económicas. Las crisis económicas no se gestan por obra y gracia de las ideas, pues lo que ocurre en la práctica es que éstas se manifiestan a través de enfoques teóricos que pretenden determinar sus causas y los efectos. Las ideas no generan crisis, sino que las crisis producen ideas.
El impacto de las ideas en la toma de decisiones políticas y económicas ya fue abordado por Keynes en su renombrada obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (1936) cuando sentenció: “Tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, lo que resulta peligroso, para bien o para mal”.
Paul Krugman, autor del libro “De vuelta a la economía de la Depresión” (1999) escribió: “Hay quien dice que los problemas económicos son estructurales y que no tienen solución a corto plazo, pero yo creo que los únicos obstáculos estructurales importantes para la prosperidad del mundo son las doctrinas obsoletas que pueblan la cabeza de los hombres”.
Como quiera que sea, el peso de las ideas económicas en el devenir de los fenómenos productivos, comerciales y financieros al interior de un país determinado, de una región o del conjunto de la economía mundial, no debe ser ignorado, so pena de perder las perspectivas de los acontecimientos político-económicos.