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Presencia económica

Presencia económica

Daniel Guerrero 

Comercio 2020
Los vaivenes cíclicos que periódicamente se manifiestan durante el desempeño de la economía mundial constituyen una verdad científica irrebatible, como cuando se afirma que “el sol sale por el este y se pone por el oeste”, aunque sobre este último caso su veracidad podría verse alterada si llegase a producirse una transformación física del sistema planetario.

Porque no existen verdades absolutas, sino relativas. No obstante, estamos con el recordado economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) cuando sentenció que los ciclos económicos “son inevitables”, pues en la historia de la economía mundial se han registrado momentos de recuperación, auge, recesión y depresión.

Fijemos la atención en la actual coyuntura económica mundial enmarcada en los inicios del 2020. Analicemos un momento concreto del actual ciclo global donde se registra una cierna incertidumbre en su desempeño.

Aunque es cierto que se aprecian leves señales de recuperación en el ritmo de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, no existen razones para suponer que la marcha del tren de la locomotora económica internacional acelerará de manera consistente la velocidad de las actividades productivas, comerciales y financieras.

Hay quienes auguran un leve repunte en la demanda de bienes y servicios por parte de China, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, tras los aires de entendimiento comercial entre importantes actores de las relaciones comerciales internacionales, a pesar de los notorios conflictos geopolíticos.

Al referirse al comportamiento del comercio internacional -una esfera que suele retratar la marcha de la economía global- el Banco Mundial (BM) sostiene lo siguiente: “Si bien se espera que la penetración de las importaciones globales muestre una recuperación modesta, es poco probable que el crecimiento del comercio mundial supere significativamente el crecimiento de producto bruto mundial en los años venideros”.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) modificó hacia el alza la proyección de crecimiento de la economía mundial al situarla en el 3,5 por ciento para el cierre del 2017 y de 3,6 para el próximo año.

Téngase presente que en el 2016 la tasa de crecimiento del PIB alcanzó los 2,2 por ciento, considerada como el nivel más bajo desde los tiempos de la Gran Recesión (2008-2009), crisis económica mundial que estremeció los cimientos productivos, comerciales y financieros del globo terráqueo y cuyos efectos adversos todavía persisten.

Pensemos en la disminución en los flujos de inversión, el freno en la marcha de las transacciones comerciales de bienes y servicios, el aumento del endeudamiento externo acompañado del alza en las tasas de interés dispuesta por Estados Unidos, así como un sensible estancamiento, cuando no retroceso, en la productividad, lo que se traduce en una afectación en la calidad y costo de los bienes y servicios.

Debe agregarse también las variaciones de muchos productos básicos de exportación que ha estado afectando sensiblemente la captación de divisas de muchos países subdesarrollados que dependen de las ventas de esos bienes y cuyos gobiernos han experimentado fuertes presiones sobre sus finanzas públicas.

El Nacional

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