Página Dos

PRIMERA FILA

PRIMERA FILA

El asesinato en su residencia de Nigua, San Cristóbal, del popular exlanzador Pascual Pérez (Cutá), de 55 años de edad, es una tragedia que amplifica, con más estridencia, la voz de alerta sobre la dimensión de la criminalidad. El caso es más doloroso porque Cutá, según las versiones, padecía problemas renales y otras complicaciones que habían diezmado sus destrezas físicas, al punto de que casi no podía valerse por sí mismo. Fue una muerte horrorosa, pues le propinaron varios machetazos mientras dormía con el aparente propósito de despojarlo de unos cuatro mil dólares que había recibido como pago de su pensión en Grandes Ligas.  Cutá era una figura amena y solidaria. Capturar a los responsables no es el único imperativo del momento. Las autoridades tienen que tomar nota de esta otra tragedia que tanta conmoción y miedo genera para enfrentar las causas económicas y sociales que alimentan la criminalidad y la delincuencia. Es obvio, por lo visto, que no se trata solo de un problema policial, sino de políticas públicas. En aras de la seguridad y el orden se  tienen que considerar todos los factores.

El Nacional

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