Dispendio
Por aquí siempre se ha dicho que lo demasiado hasta Dios lo ve. Por más que tratara de matizarlo, el ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Isidoro Santana, no tuvo más que admitir que hay dispendio en el gasto público.
No podía ser de otra manera cuando una entelequia como Inespre, que no cumple ninguna función, cuenta con más de 20 subdirectores, y de decenas de vicecónsules que el país paga en Nueva York, el Gobierno estadounidense solo reconoce dos.
Son solo algunos de los muchos casos que se pueden citar tanto sobre el clientelismo como en torno a otros gastos que corroen al erario.
Sin embargo, Santana, tras reconocer el dispendio, trata de minimizarlo. Aún eliminándolo –señala- los recursos que capta el Gobierno son insuficientes para cumplir con las necesidades de la sociedad.
Por supuesto que son insuficientes, pero le faltó decir que la eliminación serviría para aliviar la carga y hacer más eficiente los servicios. Una cosa no quita la otra. Con todo y que admitió que el dispendio permea la confianza de la población en el Estado.