Los migrantes que visitan y ocupan la República Dominicana no necesariamente deben hablar nuestro idioma y poseer nuestra cultura, como sugirió recientemente una comentarista. De ser así, entonces los dominicanos estaríamos impedidos de migrar hacia Estados Unidos y Europa.
Aunque con menos porcentaje que la nación norteña y otros confines, nosotros somos una nación de migrantes. Es más, nuestros ancestros llegaron de otros lares. ¿Cuál es el problema? Entonces nuestros migrantes deben ser exclusivamente los de lengua hispana y similares costumbres.
¿Lo que no queremos son a los haitianos aunque sean legales? Partiendo de la absurda exposición antes expuesta entenderíamos que nuestros turistas deben ser de regiones que hablen nuestro idioma y, de algún modo, se correspondan con nuestro comportamiento.
Creemos que el tema nodal, si nos referimos exclusivamente a la migración haitiana como se pretende, es el asunto de la ilegalidad. Lo que hace falta en nuestro país es la fuerte institucionalidad y certeras políticas migratorias, que controle la entrada de ilegales. Y aclaramos que estas medidas son atinentes a cualquier conglomerado, no solo a los haitianos.
Cuando se demanda que se detenga la cultura de la africanidad de los haitianos, entonces aunque no se quiera y lo neguemos, consciente o inconscientemente hay odio, si no a la “raza”, a una etnia. Y ello es una contradicción en un país que pretendiendo ser soberanista hay sectores que hasta celebran las festividades estadounidenses. Esto, por solo colocar un ejemplo.