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Orlando Gómez

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Mis artículos enfocados en protestas iniciaron en medio de la pandemia que resultó del COVID-19, y en estas últimas semanas en las que muchos venimos recordando los eventos de hace 5 años, entiendo apropiado proponer la creación en República Dominicana de un protocolo para el sector público y privado para prepararnos para la próxima pandemia.

Un evento tan disruptivo y destructivo como una pandemia es algo que asumimos debe ocurrir una vez en generaciones partiendo de nuestras experiencias del pasado. La realidad es que, desde que los humanos (y los virus que les infectan) han tenido la capacidad de movilizarse con relativa facilidad alrededor del mundo en poco tiempo, se crearon instituciones con la capacidad de tomar medidas razonables para detectar, contener y estudiar cualquier brote epidémico y evitar que este escale y se salga de control.

Es este esfuerzo lo que evita la ocurrencia periódica de pandemias y no una golpe de suerte de la naturaleza, y me parece que no estamos conscientes de cómo ese trabajo que nos ha venido protegiendo, hoy se viene desmantelando.

Más aún, dentro de las lecciones que sacamos de la pandemia del COVID-19, es que muchas de las premisas que guiaron la actuación institucional sobre la reacción y respuesta al virus, a las recomendaciones de las autoridades de salud y el tratamiento y prevención de la propagación del virus, simplemente no aplican o no funcionan en el mundo actual, o peor aún, quedaron totalmente desacreditadas luego de la pandemia del COVID-19, aún si fueron las acciones técnicamente correctas.

Para una próxima pandemia va a ser muy cuesta arriba hablar de cuarentenas y confinamientos, distanciamiento social, estados de emergencia o toques de queda. Hasta el uso de acciones preventivas de mínimo impacto como las mascarillas, o la recomendación de tratamientos preventivos reales como las vacunas, van a encontrar una resistencia formidable en una población con acceso gratuito a toneladas de desinformación y con poca capacidad para diferenciar entre una opinión calificada de un científico y los cantos de sirena de los charlatanes.

Aceptando que esta es la realidad, en República Dominicana debemos prepararnos ante la inevitabilidad de la próxima pandemia estableciendo protocolos de educación y comunicación al público, así como una estrategia de actuación para el sector público y privado dependiendo del tipo de virus, atendiendo a las recomendaciones científicas disponibles en cada etapa del evento.

Más aún debemos desarrollar esos protocolos considerando un nivel de autonomía en nuestra capacidad de analizar y evaluar el alcance de la amenaza, partiendo de que nuestras fuentes habituales de guía y consejo no estarán disponibles o estarían severamente limitadas en su capacidad de ofrecerlo en la forma en que sí lo recibimos durante la pandemia del COVID-19.

Es imposible predecir cuándo y de qué forma se materializará la próxima pandemia o evento epidémico que pueda afectar a la República Dominicana, pero el daño potencial es tan importante que resulta inaceptable cuanto menos prepararnos para su potencial ocurrencia y eso es lo que debemos resolver ahora, antes de que vuelva a tocarnos la puerta.