Opinión Articulistas

¡Qué calor!

¡Qué calor!

Elvis Valoy

Altas temperaturas, sensación térmica agobiante, inundaciones, intensidad de los rayos Uva, pérdida de biodiversidad, brutal aumento de la pobreza, etc., son algunas de las consecuencias del dislocamiento climático que experimenta nuestro país. ¿Pero son estos resultados culpa únicamente del cambio climático que nos golpea? Pues claro que no.

El modelo económico impuesto a sangre y fuego hace más de un siglo atrás, prácticamente asesinó nuestra floresta, originando un «ecocidio»traumático.

Los que en alguna ocasión constituían nuestros exuberantes bosques, fueron diezmados inmisericordemente, como forma de favorecer a particulares, dejándonos desprovistos de la flora que protegía la media isla. El país fue devastado.

El connotado escritor Francisco Moscoso Puello, en su extraordinaria novela Cañas y Bueyes describe pie juntilla cómo fue desmantelado el espeso bosque que engalanaba a la región este, para sembrar de caña toda esa localidad. Agrimensores en contubernio con protervos individuos con fines aviesos, desalojaron por la fuerza, y utilizando todas las artimañas posibles a miles de campesinos.

En el Cibao ocurrió lo mismo, y grandes arboledas fueron sustituidas por cacaotales. Luego, un abusivo y caótico proceso urbanístico se encargó de destruir las ciudades. Cercenaron la vegetación para convertir la ciudad en una olla de presión que calcina hasta los huesos. Pongo el ejemplo de Gascue, donde hace 50 años existía una densa capa vegetal que fue barrida por la «selva de cemento» que es hoy. Acudimos a la desertificación del país.