Derecho y Junot Díaz
Siempre es deprimente ver a un escritor de ficciones sumergido en un laberinto jurídico. Y Junot Díaz, premio Politzer, está metido en uno. Es que el artista tiene un espíritu libre, muchas veces con inclinaciones irreverentes hasta la temeridad o el suicidio. No puede ser de otra manera. Vive rompiendo paradigmas en su oficio. Eso se convierte en un hábito, en parte de su personalidad. Y, consciente o inconscientemente, lo manifiesta sin tapujos en su conducta diaria. Pocas veces mide las consecuencias sociales que pueda generar.
Recuerdo que Máximo Gorki, el autor de la novela “La Madre”, tuvo serios problemas en la hoy desaparecida Unión de República Socialista Soviética (URSS), por sus actitudes. Lo salvo el genial Lenín. Ordenó que no lo tocaran, que era un artista. Stalin nunca supo valorar eso.
Esa difícil circunstancia del escritor solo es agravada cuando tiene un conflicto con el poder político. Las relaciones se tensan hasta lo indecible. La lucha que libra el artista por su libertad es aplastada por el Poder. Hasta la vida le puede costar. Muy especialmente cuando el Poder se hace tiránico. Por fortuna, este no es el caso actual de Junot Díaz. Y mi amigo Eduardo Selman, que como Cónsul General en Nueva York le ha salido al frente al escritor, es un demócrata completo, que respeta los derechos de las personas.
El Derecho, como ordenamiento jurídico, protege los derechos fundamentales del escritor Junot Díaz. Él tiene derecho a la libertad de expresión y difusión de su pensamiento, conforme al artículo 49 de nuestra Constitución. Y tiene derecho de petición ante el Congreso de los Estados Unidos de América. Ejerció esos derechos cuando le solicitó que adopte medidas contra nuestro país, para supuestamente evitar las expatriaciones de las personas que nacieron aquí, pero con ascendencia haitiana y sin documentación legal. El escritor no es antidominicano.
Es un error. ¿Entonces, todos los que apoderan a la CIDH contra nuestro Estado son antidominicanos? Claro que no. Para entender a Junot Díaz debemos recordar, con el viejo Carlos Marx, que el ser social es lo que genera la conciencia social, y no a la inversa. Esto es, que la conciencia social no genera al ser social, en principio.
Ciertamente, así es. Junot Díaz goza de doble nacionalidad. Posee la dominicana y la norteamericana. Pero su vida, educación, obra y sentimientos los ha desarrollado en la patria de Abraham Lincoln, no en la de Juan Pablo Duarte. Por tanto, su ser social es norteamericano, y su conciencia social también. Es su derecho.
Además, el autor de “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao” está cerca de los sectores que ven antihaitianismo donde no existe. Sigamos probando que están equivocados. Y punto.
Hay que dejar a Junot Díaz tranquilo. Es un artista domínico-americano que ejerce sus derechos. Él nunca recibió la Orden al Mérito Ciudadano de nuestro Estado. Y fue por su obra. ¿Se le puede quitar lo que él no recibió?