El pasado lunes fui impactado por la triste noticia del fallecimiento de don Radhamés Gómez Pepín, Director de El Nacional, símbolo del periodismo nacional y maestro de generaciones en los diferentes medios en los que dejó su huella. Santiaguero al igual que mi familia. Fue en mi ciudad natal donde cultivó amistad con mis padres, quienes me la transmitieron, y que luego profundicé con don Radhamés y su familia, especialmente con sus hijos, Chiqui, César y Orlando.
Luchador incansable por la libertad y la democracia del país, una de sus primeras tareas fue dirigir el periódico “La Verdad”, de Unión Cívica Nacional, luego de la caída de la dictadura. Después estuvo en el diario “El Sol” hasta llegar a su casa al fundar “El Nacional”, donde permaneció hasta su último aliento. Siempre accesible y presente en la sala de redacción. Si alguien quería verle o conversar, había que llegar a primera hora de cada día.
Durante su trayectoria como Director de El Nacional, muchos perseguidos políticos tuvieron en don Radhamés a un guardián vigilante de sus derechos por parte del poder. Junto con Rafael Herrera, en momentos críticos de la vida política del país, sus editoriales obligaron a los gobernantes de turno a rectificar y enmendar actuaciones.
Su columna “Pulsaciones” era lectura obligada y diaria. Tenía incluso, el cuidado y la delicadeza, de que su impronta personal estaba en “Pulsaciones”, mientras sus editoriales reflejaban la visión global del medio. Esa línea delgada entre una cosa y otra era lo que lo que convertía en un maestro, como lo fue.
La última vez que le ví, cuando todavía acudía a la sala de redacción, le obsequié una botella de miel de mi apiario, en honor a la amistad con mis padres. Conservo una foto de ese momento, en el que le reiteré mi gratitud por abrirme las puertas para escribir semanalmente esta columna.
En octubre de 2006, le entrevisté para mi programa “Líderes”, una entrevista que luego él recogió en el libro publicado por el Banco de Reservas, distinción que agradezco. Al preguntarle sobre el futuro, él me dijo:“Ya es tiempo de que yo vaya pensando si la República Dominicana que yo voy a dejar, está igual, peor, o mejor que la que encontré”.
Don Radhamés, el país de hoy, con nuestras dificultades y retos, no fuera el que es, sino hubiese tenido a hombres como usted, creyentes de la libertad y la democracia. Su legado estará siempre presente en nuestros corazones. Descanse en paz.