Aunque propiamente no se trató de un asalto el despojo mediante ardid de un teléfono móvil y dinero en efectivo del que fue víctima el sacerdote Carlos Santana por un simulado cristiano al que le había conferido la absolución, demuestra la acelerada pérdida de valores que agobia a la sociedad dominicana, donde hasta los confesionarios son escenario de actos de delincuencia.
Al concluir la celebración de la misa el martes en Casa de Emaús, un individuo con rostro de muy devoto y arrepentido, después que fue ungido por el perdón sacerdotal abrazó a su confesor y de paso le robó el BlackBerry y unos cuantos pesos.
Tiene razón el padre Santana, quien funge como canciller del Arzobispado, al señalar que el hurto de que fue víctima es indicativo de un gran deterioro social que se expresa por inusitado auge de la delincuencia y criminalidad, incluido profanación de iglesias, donde ladrones intentan robarse hasta al Santísimo Sacramento.
No hay dudas de que el falso cristiano que cartereó al sacerdote Santana posee habilidades histriónicas, pues pudo convencer al cura de que en verdad requería el perdón por sus pecados y después de la confesión y consiguiente absolución ofreció a su confesor una especia de abrazo de oso para poder despojarlo de su pertenencia.
El ratero logró salir del templo con el sincero perdón sacerdotal además de un sofisticado aparato de teléfono y algo de dinero, en una acción que transgrede la ley y ofende la solemnidad de un templo religioso, al igual que muchos otros profanados por ladrones que roban objetos que creen de oro y confunden el Sagrario con una caja fuerte.
Alivia saber que el alto mando militar y la Plana Mayor de la Policía laboran incansablemente en el diseño de un plan anticrimen y que las cámaras legislativas trabajan en la modificación de los Códigos Penal, Procesal Penal, del Menor y de la Familia, lo que permitiría que el Estado ofrezca una respuesta integral y firme en procura de frenar el auge de la delincuencia y la criminalidad.
No obstante, es preciso advertir que como garantía de éxito en esa cruzada se requiere que en el seno de la familia y de la sociedad se produzca una renovación de los valores ciudadanos para evitar que sean comunes escenas como la del ratero que roba a su sacerdote confesor o que desvalijan los templos en busca de oro y dinero.
El sacerdote Carlos Santana cuenta hoy su experiencia como víctima de un acto de ratería, pero la sociedad debería tomar muy en serio lo acontecido porque es claro indicio de una acelerada pérdida de valores, que lleva a tales niveles de deterioro que se ha perdido respeto por la confesión y la absolución de los pecados.
