La crueldad con que la dictadura de Trujillo ahogó en sangre la expedición del 14 de junio de 1959 terminó por resquebrajar los cimientos de la tiranía.
Los sectores más conscientes del país y la comunidad internacional reprobaron las macabras ejecuciones de expedicionarios capturados con vida o heridos que participaron en la quimérica aventura hastiados por la falta de libertades y democracia.
Algunos de los combatientes colgaron títulos obtenidos en prestigiosas universidades europeas o estadounidenses, o renunciaron a cómodas posiciones económicas para arriesgar la vida al desafiar al Ejército más numeroso y mejor armado de la región.
El desembarco de Constanza, Maimón y Estero Hondo no fue un intento fallido, aunque los expedicionarios fueran salvajemente aniquilados por las tropas del régimen.
Del primer grupo de 54 expedicionarios que llegaron en un avión C-46 Curtis, comando por Enrique Jiménez Moya, solo sobrevivieron Delio Gómez Ochoa, Gonzalo Almonte Pacheco, Pablito Mirabal, Poncio Pou, Saleta, Medardo Germán y Mayobanex Vargas Mueses. Con la orgía de sangre el régimen empezó a cavar su propia caída.