Entre los hitos gloriosos en la discusión y aprobación de la constitución del 6 de noviembre de 1844 en San Cristóbal, entre tantos, fue el rechazo del primer empréstito dominicano denominado “Hendrich”
Cuando todavía no se había refrendado la Carta Magna, el general y luego dictador Pedro Santana a nombre de la Junta Central Gubernativa que presidia, sometió a los señores constituyentes la aprobación del empréstito por medio de la resolución del 8 de marzo de 1844.
El 28 de septiembre conoce la asamblea de esta trascendental oferta y designa una comisión integrada por los diputados Vicente Mancebo, Domingo Antonio Solano, Facundo Santana y Bernardo Aybar.
El empréstitito era de 6, 750,000 pesos fuertes que al cabo de 30 años el país el país tendría que pagar la suma de 13, 944,993.75.
El primer valiente a la no aprobación del empréstito fue azuano Buenaventura Báez, quien una vez más dicto cátedras de sapiencia y honra en foros de la República.
La comisión encargada de examinar el contrato entre los señores Herman Hendrich, de la ciudad de Londres, por una parte Rafael Rodríguez, Norberto Linares y Toribio Villanueva por otros, y a nombre de la Junta Central Gubernativa, ponderando detenidamente el referido contrato, opino dicha comisión lo siguiente: “Por tanto, desechar las proposiciones hechas por el Señor Hendrich. Dado en San Cristóbal, Septiembre 28 del 1844”.
Inmediatamente se alzó la voz de Buenaventura Báez, quien en la sesión del 14 de octubre, formula su cálida protesta contra el empréstito, y señalo Báez: ´´mandatarios del pueblo reunidos por la voluntad omnipotente de él, debemos garantizar la suma de libertad de la inviolabilidad de los diputados está recibido de todos los pueblos.´´
La Junta Central Gubernativa, especialmente su titular Pedro Santana, se sintió muy mal, criticando las acciones nacionalistas de los constituyentes, y entre otras cosas, demostró su descontento, ira y repulsa con el rechazo del empréstito Hendrich.
Santana, indignado y colérico, se niega a firmar la constitución como fue aprobada por los constituyentes, se traslada a San Cristóbal, al ser invitado a juramentarse como presidente y jurar por la carta fundamental.
Ya en el local del congreso donde llegó acompañado por su estado mayor y varios generales expresa: ´´no aceptaré la presidencia si no me autorizan a tomar todas las medidas que juzgue necesarias.
El ruido de las armas llega a la sala del congreso, y varios diputados protestan virilmente, pero poco se puede hacer ante la siniestra amenaza que se cierne sobre la infeliz República, y así se resignan dolorosamente a acatar la voluntad santanista.
Y en este instante, Tomas Bobadilla deposita sobre la mesa de la asamblea, el afamado articulo 210, por el cual Santana hizo cuanto le dio en ganas, deportando, encarcelar y fusilando a héroes y mártires de la patria.