Bajo el cielo intensamente azul, en el Aeropuerto Internacional de las Américas (AILA), en la República Dominicana, una bandada de pájaros de acero desciende rompiendo las nubes, cargados no solo de maletas con regalos, sino de sueños postergados, promesas de retorno y un amor que no cabe en el equipaje de miles de criollos que llegan para pasar la Nochebuena en casa.
Al bajar del avión, nadie quiere perder tiempo en los chequeos de Migración ni en las correas de equipajes. Cientos de maletas cerradas e identificadas giran en la cinta transportadora, repletas de regalos, ropa y encargos, pero lo más valioso no va en esos objetos: va en la mirada brillante de quien lleva meses o años esperando este instante para ver cara a cara a sus seres queridos.

Caminan rápido para no perder ningún instante, ya que al cruzar las puertas automáticas de salida el mundo cambia. Allí están cientos de personas, un mar de rostros expectantes que escudriñan a cada pasajero que sale. Hay globos que dicen “Bienvenido”, carteles hechos a mano con letras temblorosas de niños, y flores que luchan por no marchitarse en la espera.
Pasajeros llegan al AILA cargados de regalos y sueños, buscando a sus seres queridos en el bullicioso aeropuerto
Es una experiencia conmovedora: el grito ahogado de una madre que reconoce a su hijo, el salto de un niño a los brazos de un padre, el beso de los enamorados que solo se veían por videollamada, las lágrimas de felicidad de personas que saben que estarán juntas por unos cuantos días.

En ese momento, el aeropuerto deja de ser un edificio de concreto y se convierte en un templo de reencuentros. Además, el viajero extranjero, contagiado por la euforia, sonríe al ver tal despliegue de humanidad, e incluso saluda al desconocido levantando la mano, sabiendo que, aunque sea visitante, será tratado como familia.
Conversaciones
“Mami, mami, mami, estoy aquí…”. “Se me olvidó decirte que me trajeras una libra de cerdo asado”. “Waooo, coño, pero esto sí está cambiado”. “Mi hija, no llores, que vine para llevarte conmigo”. “Quiera Dios que Frank no venga con el cuento de siempre de que la maleta se le extravió”. “Traje whiskies para beber hasta que pase este año”.

No importa si vienen a descansar en un resort o al patio de tierra de la casa de la abuela. Lo único que importa es que la soledad se ha quedado en otro continente. Han llegado a la tierra donde se les extraña, donde se les quiere con ferocidad, y donde la Navidad no es una fecha en el calendario, sino un estado del alma que se comparte a gritos, con música y con el corazón abierto.
Vuelos
En la pantalla digital de información se anuncian los vuelos que arriban: Nueva York, Newark, San Juan, Fort Lauderdale, Bogotá, San José, Madrid, Miami, Boston, Georgetown, Providenciales, Tórtola, entre otros destinos.

