Un cierre de año con balance negativo para el mundo en general, con avance del extremismo de “ultraderecha” y la negación descarada, irracional del humanismo que debe situar a las personas como centro del universo, desnuda la locura de la riqueza como gran objetivo del poder.
Y en esa intrascendencia humana de retroceso está la pobreza, definida por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, como “el resultado de un proceso social y económico con componentes culturales y políticos en el cual las personas y los hogares se encuentran privados de activos y oportunidades esenciales por diferentes causas y procesos, tanto de naturaleza individual como colectiva, lo que le otorga un carácter multidimensional”.
Tema difícil de derechos humanos con causas profundas, estructurales, con consecuencias graves y lo peor, datos manipulados en cifras de “avance” con propósitos de poder político de acuerdo con quien esté al mando.
Para esta reflexión recordamos la feminización de la pobreza, terminología sugerida en 1978 por Diane Pierce, entonces profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Illinois, para alertar que la pobreza grave afecta más a las mujeres, y con el tiempo, las perjudica de manera desproporcionada.
Mundialmente, el 10% de las mujeres viven en pobreza extrema, cifra mantenida desde 2020 hasta la fecha que “reflejan vidas limitadas por el trabajo de cuidados no remunerado, la exclusión de la propiedad de la tierra, la falta de acceso a la financiación, el empleo precario y los frágiles sistemas de protección social”, cifra que empeora en tiempos de crisis como los que vivimos. (Tomado del artículo titulado “La feminización de la pobreza: por qué la desigualdad tiene rostro de mujer también en 2025”. Escrito por Esther Sanz S., en la revista Artículo 14).
En nuestro país, para 2023, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, MEPyD, decía en su informe, “Feminización de la pobreza en República Dominicana: Probabilidad de Transición y Trampas de la Pobreza”, que, pese a haberse reducido en los últimos años, las mujeres permanecen entrampadas y siguen siendo las más pobres.
Con poca aplicación de políticas igualitarias ignoradas en los planes de poder político, la corrupción, el machismo, los roles de género, mitos y estereotipos se perpetúan fomentado las diferencias sociales, económicas y culturales que genera la pobreza y esa discriminación aquí, es causa y consecuencia de que la pobreza, sea femenina.
En 2026, necesitamos una ciudadanía comprometida -que desengañada está bastante- que exija y reclame los derechos de todas las personas, igualitariamente.

