Por más importantes que sean para la consolidación del sistema democrático, las reformas de las leyes electorales y de partidos políticos no pueden imponerse sobre la base de una mayoría mecánica, sino que deben ser el resultado del más amplio consenso.
Los congresistas deben tener muy en cuenta ese simple precepto a la hora de discutir la propuesta presentada por la JCE para adecuar o modernizar las legislaciones.
En aras de la salud de un ejercicio que constituye la vía más ecuánime para la alternabilidad en el poder, también se tiene que aparcar la insensatez y poner en primer plano el interés colectivo.
El presidente de la JCE, Román Jáquez, haría bien en buscar el consenso con todas las fuerzas políticas en la aprobación de esas reformas que considera tan importantes -y que en realidad lo son- para fortalecer el sistema de votación.
Se sabe que es tiempo de que se superen los traumas y las arbitrariedades del pasado en los procesos electorales. La JCE tiene que convertirse en una entidad moderna y eficiente, pero no se puede perder de vista que, a diferencia de otros tiempos, que los protagonistas del sistema son los partidos.