Los que se oponen a la reforma constitucional planteada por el presidente Luis Abinader Corona fundamentan su posición en el alegato de que es innecesaria, inoportuna, caprichosa e ilegítima.
En síntesis, vamos a ponderar lo más objetivamente posible, en la esfera de lo jurídico y lo sociológico, esos calificativos de la oposición política.
Alegar que es innecesaria la reforma constitucional bajo el criterio de que no existe la coyuntura para tal acontecimiento jurídico es siempre una posición muy subjetiva. Creer que solo con una crisis política, económica o social se impone una reforma es ignorar la historia del constitucionalismo nacional y mundial.
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Todos debemos saber que la necesidad de cambiar la Carta Magna puede surgir de causas objetivas o subjetivas. Esto es, de circunstancias materiales o concretas que impactan la sociedad y que están a la vista o sentir de todos sus miembros o porque se quieren garantizar nuevas condiciones que los detentadores del poder necesitan y, como gobernantes, las materializan.
La tarea de la oposición política es jugar su rol para no ser perjudicada con el nuevo orden constitucional. Pero si es necesaria o innecesaria la reforma lo decide el presidente de la República y los diputados y senadores que se constituirán en Asamblea Nacional Revisora de la Constitución.
Por tanto, este primer calificativo resulta improcedente y falto de imaginación.
Sobre la calificación de inoportuna contra la reforma debemos pensarla como un alegato de relleno, debido a que las cosas son oportunas cuando el que puede hacerlas lo decide. La oportunidad llega o se crea.
Ciertamente, todo es inoportuno para el que no quiere o no le conviene que se haga algo. Y pasa a ser una retranca o resistencia a lo nuevo. Con esto podemos rechazar este nuevo calificativo contra la reforma a la Ley Sustantiva.
Decir que la reforma planteada es caprichosa busca desmeritarla en sus bases. Se desea crear en la mente de las personas que se trata de algo arbitrario o antojadizo.
Resulta que el tema de modificar la Constitución es siempre muy serio para criticarlo con esos decires. Es reflejar que no se tiene argumentos para refutar lo que plantea el proyecto de reforma. Por tanto, merece ser rechazado por insustancial.
Y el calificativo que busca estigmatizar la reforma de la Norma Fundamental como ilegítima, bajo el planteo de que la oposición no la apoya es insensato. Olvidan que en democracia el desacuerdo es la regla y el consenso es la excepción.
Por tanto, la legitimidad de la reforma no depende de que sea consensuada, basta con que los elegidos por el pueblo decidan hacerla para que sea moral y jurídica, al respetar el procedimiento establecido, y legítima, por la elección popular, como prosigue.