Editorial

Resabio imperial

Resabio imperial

Con apenas un día de acreditada, Estados Unidos llamó a consultas a su embajadora en República Dominicana, Robin Bernstein, junto a sus representantes en Panamá y El Salvador, cuyos gobiernos establecieron relaciones diplomáticas con China y rompieron nexos con Taiwán.

En el lenguaje diplomático, cuando un gobierno llama a consulta a su embajador, se interpreta como un mensaje de desagrado o desacuerdo por cualquier decisión adoptada por las autoridades de la nación donde el funcionario funge como jefe de misión.

Estados Unidos acusa al régimen chino de conspirar para separar a Taipéi de algunos de sus aliados en el hemisferio occidental, entre los que obviamente figura Santo Domingo, por lo que la decisión del Departamento de Estado de convocar a Washington a su embajadora aquí constituye un motivo de preocupación.

Al Estado dominicano le asiste el derecho de establecer nexos diplomáticos con cualquier nación del mundo, como lo ha hecho con la República Popular China, aunque el rompimiento de relaciones con Taiwán es una consecuencia imputada a Beijing, que lo exige como requisito previo.

En vez de pretender castigar a naciones pequeñas y pobres por hacer uso de sus prerrogativas soberanas, el presidente Donald Trump debería llamar a consulta a su embajador en China, con cuyo gobierno mantiene además un serio conflicto comercial.

Washington considera como una falta grave que Panamá, El Salvador y República Dominicana establecieran relaciones diplomáticas con China, previo rompimiento de nexos con Taiwán, una decisión que hace muchos años adoptó la Casa Blanca, al considerarla beneficiosa para los intereses de la Unión Americana.

La Cancillería debe estar presta a invocar el derecho soberano del Estado dominicano a tener relaciones diplomáticas con cualquier nación del mundo, sin esperar consentimiento o reproche de otro Estado, por muy poderoso que sea, más aun cuando pretende censurar lo que hace tiempo hizo.

El llamado a consulta de la embajadora Bernstein debe interpretarse como un resabio imperial que no debería atemorizar al Gobierno dominicano, aun cuando se trata del principal socio comercial y del más poderoso gendarme que ha conocido la humanidad.

El Nacional

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