¿Podría referirse a la formación requerida, para la eficacia en la ejecución de las gestiones económicas y comerciales de las Embajadas contemporáneas?
Es evidente que el ejercicio diplomático actual, se diferencia del que se ha ejercido en épocas ya superadas, en la fundamental importancia adquirida por los asuntos económicos y comerciales en el campo de las relaciones diplomáticas, y con ello, la formación que demanda la eficiencia en su esencial ejecución.
Al respecto, procede precisar, que en este ámbito se denomina Diplomacia Económica y Comercial, a la efectiva modalidad de ejecución de la Diplomacia Convencional, consistente en esencia, en “la actividad desarrollada por representantes de un Estado, con estatus diplomático, con el objetivo de promover los negocios entre su país y el país al que se encuentran destinados” (Naray). Se trata de la consecución de objetivos económicos de la política exterior por medios diplomáticos.
Consecuentemente, para la efectividad de las labores de tal carácter, los diplomáticos deben recibir la formación requerida.
Vale decir que la misma tiene que ser bien fundamentada y debidamente actualizada; y, asimismo, que esta debe impartirse, generalmente, en los centros académicos de las respectivas Cancillerías, tanto en la formación básica, como en las imprescindibles, y metódicamente planificadas, especializaciones y, asimismo, en las periódicas actualizaciones que demandan tales conocimientos.
Entre las acciones principales que se desempeñan en el marco de la Diplomacia Económica y Comercial, están: a) la promoción comercial y de la imagen del país, haciendo énfasis en las exportaciones y el turismo; b) la promoción de la inversión, orientada principalmente a la canalización de la inversión extranjera hacia el país, y a la internacionalización de las empresas locales con capacidad para ello; c) la asistencia y protección de las empresas nacionales en el extranjero, dentro de los límites permitidos por el Derecho internacional; d) la función de observación, e información, enfocadas en este ámbito (“ inteligencia económica”); e) el establecimiento de redes de contactos (“networking”); f) el análisis de mercado y la elaboración de informes periódicos y del correspondiente “Banco de Datos”; g) la proyección del “poder blando” (y en ello de la respectiva “marca país”); y h) el consistente fomento, y desarrollo, de la cooperación.
En esta dinámica, las Cancillerías suelen actuar coordinadamente con otras entidades gubernamentales con competencias comunes en tales áreas y, asimismo, con actores no estatales. Debe tenerse en cuenta, que las labores consulares, de carácter comercial, coadyuvan con el ejercicio de la Diplomacia Comercial de las Embajadas.
En las Embajadas, el jefe de misión debe dirigir las gestiones y negociaciones concernientes a la Diplomacia Comercial, contando generalmente con una sección especializada para estas funciones, al frente de la cual debe estar un consejero (técnico) o agregado económico y comercial, que debe ser un diplomático especializado en estas áreas.
Evidentemente, el encargado de dicha sección está “subordinado” al jefe de misión y, a través de este, al Ministerio de Relaciones Exteriores, al que corresponde mantener el ineludible principio de unidad de acción exterior del Estado.

