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Retrato de Hong Kong

Retrato de Hong Kong

Eduardo Álvarez

De breve y simultánea geografía. Anclado en tierra firme, con pretensiones de archipiélago que lo hacen tan indescriptible como fascinante. Montañas, llanuras y mares operando como obra de arte, sublime e indispensable.
El asombro te cautiva en cada esquina. Andar sus calles se te antoja familiar y desafiante.

Siempre te ofrece la posibilidad de descubrir algo nuevo y sentir que has estado ahí, si no en cuerpo, en alma y espíritu. Extranjeros -como es mi caso-, no te sorprendas si encuentras afinidad, identificación y calidez en lugares cuyos nombres no has aprendido a pronunciar y apenas memorizas.

La frecuente y creciente multitud en las calles no te abruman, te abraza. Te hacen sentir parte de él y envuelve en su hechizo. ¿Hay algo tan vital como una calle conjestionada? Lo elegante y lo sencillo -lujoso y popular, más bien- se entremezclan, conviven complacientes, en armonía, tornando el lujo en popular, y al revés.

La naturaleza hace de Hong Kong un lugar mágico

Sin que haya nada corriente o básico en ello, por supuesto. En las múltiples ofertas de transporte hay una suerte de continuidad de la unidad topógráfica y la naturaleza, que hacen de este un lugar mágico.

Su enormidad estructural, financiera y tecnológica no se apartan de la grandeza que encuentras en sus orígenes e historia. En este punto logras identificar qué ha conseguido atraparte y sentirte parte de Hong Kong.

Por: Eduardo Álvarez

cenitcorp@gmail.com

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