En una amplia entrevista publicada en un diario local, el inveterado jurisconsulto Juan Manuel Pellerano, dibujó un cuadro preocupante de la justicia dominicana, enfatizando que “las cosas no andan bien”, y lanzó una alerta para hacer algo rápido antes de que sea demasiado tarde. Se refirió con mucha precisión a las debilidades el Poder Judicial.
Es una verdad axiomática de que faltan muchos elementos por enderezar para tener una justicia que garantice la paz social, lo cual constituye el eje fundamental donde descansan los cimientos del Estado. Por ejemplo, en la Cuba de Batista, la justicia era infuncional, y se agregaban los males de la corrupción y la represión, lo que dio lugar a una revolución que cambió las estructuras de ese país.
El licenciado Pellerano admite algunos logros judiciales como la descentralización de los tribunales pero se queja amargamente de que hay juzgados que no dan a basto con los expedientes si se está desperdiciando personal, recursos y esfuerzos que acaban con la vida de los abogados y de todas las personas involucradas en los procesos judiciales.
Es digna de encomio la labor realizada hasta el momento por el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Mariano Germán Mejía, quien pese a que es un gran gerente y está dotado de una gran capacidad académica e intelectual, ha podido poner en marcha planes tendentes a que los jueces fallen con prontitud, aplicando el principio de una justicia rápida y eficaz.
El jurista Pellerano, con más de medio siglo de experiencia profesional, considera lo contrario a lo que precedentemente hemos señalado. Según su criterio, la justicia es más o menos efectiva dependiendo de los actores, y los actuales no son suficientemente activos ni ejercen la ejecutoria para que se suministre con cierta celeridad, recalcando que no es posible que el Ministerio Público deje caer muchísimos casos porque no aportó suficientes pruebas.
Los cambios que experimente el poder judicial son lentos, pero continuos. La justicia tiene un fundamento cultural y uno fundamental que intervienen dentro del mismo concepto. El primero se basa en un consenso amplio en los individuos de una sociedad sobre lo bueno y lo malo, y otros aspectos prácticos de cómo deben organizarse las relaciones entre personas.
La doctrina define el fundamento formal como el codificado formalmente en varias disposiciones escritas, que son aplicadas por jueces y personas especialmente designadas, que tratan de ser imparciales con respecto a los miembros e instituciones de la sociedad y los conflictos que aparezcan en sus relaciones.